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“¿Cómo?”

Tal vez esta sea la pregunta que más resuena en nuestras cabezas cuando leemos un título como este. 

“¿Cómo pudo pasarme a mi?, “¿cómo no vi las señales?”, “¿cómo pude permitirlo?”, “¿cómo no supe pararlo?”, “¿cómo no pude salir de ahí?”, “¿cómo no me di cuenta?”… O incluso “¿cómo puede mi amigo/a permanecer ahí si no dejo de repetírselo?”, “¿no se da cuenta?”, “¿cómo no me hace caso?”, “¿cómo no lo ve?” 

Lo cierto es que, cuando vemos o sufrimos maltrato psicológico o emocional, pocas cosas dependen de nosotros: Lo que quiero decir con esto es que puede pasarle a tu amigo, a tu amiga, a un/a compañero/a de trabajo, del colegio, instituto, universidad, a un familiar, a tu vecino/a, puede pasarte a ti, y también puede pasarme a mi. 

Es un proceso paulatino. Lento. Su comienzo no es visible ni notable: Normalmente no continuamos conociendo a una persona cuya presentación ya es darnos un pellizco. 

Conocemos a una persona que nos agrada, que nos da valor, que hace que nos sintamos bien, nos hace sentirnos queridos/as, y es entonces cuando empiezan a aparecer, espaciados en el tiempo, pequeños pellizcos que te hacen daño. A lo mejor te hacen dudar de ti, perder tu autonomía, tu capacidad de decisión, te descolocan, no se comunican contigo… entre otras cosas.  

“Pero luego se disculpa, o no es para tanto, a lo mejor lo estoy exagerando y no está sucediendo de esta manera, puedo estar interpretándolo mal, también yo podría haber dicho/hecho esto de otra forma, ha tenido un detalle bonito, no es tan grave…” 

Todavía estoy en proceso de ubicar lo que pasa: no lo entiendo. Intento comprender. Empatizar. Ponerme en el lugar de la otra persona. No he tenido tiempo de gestionar nada, o de preguntarme si es esto lo que merezco y quiero, si está bien, porque ha reaccionado así como consecuencia de una determinada situación, ahora estamos bien, y tampoco se da en tantas ocasiones. 

Entonces los pellizcos empiezan a ser un poco más dolorosos, grandes, y repetidos en el tiempo. 

Ya hemos perdido la capacidad de preguntarnos qué necesitamos, porque todo ha comenzado a girar en torno a qué puede necesitar la otra persona. Cómo puedo complacerla. Hemos pasado de ir relajados/as a ir con pies de plomo. Por si acaso. 

No ves un entorno seguro en la otra persona. A menudo nos sentimos ignorados/as, menospreciados/as, invalidados/as, rechazados/as, nos despierta inseguridad, marca nuestras debilidades, existe una importante falta de comunicación y afecto, se nos juzga y critica, se nos ignora  … etcétera. Empiezo a tener miedo a este tipo de sentimientos, o mejor dicho, a que me haga sentir así.

Y lo peor de todo… es que este proceso, del que sólo he dado pinceladas, ha sucedido sin que nos hayamos dado cuenta.

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¿Qué hace que sea tan importante?

A lo largo de estos últimos años, el abuso o maltrato psicológico ha ido adquiriendo más fuerza y atención y, por ende, ha comenzado a identificarse como un tipo de violencia diferenciada y concreta por varias razones que os expongo a continuación (Almendros, Gámez-Guadix, Carrobles, Rodríguez-Carballeira y Porrúa, 2009).

La primera es que el abuso psicológico se ha convertido en un importante predictor de la violencia física, ya que se comprobó que en pocas ocasiones el segundo se da sin la presencia del primero, lo que podría ayudar enormemente a proponer estrategias de identificación y prevención (Almendros, Gámez-Guadix, Carrobles, Rodríguez-Carballeira y Porrúa, 2009).

En segundo lugar, diversos estudios evidenciaron que el impacto en el bienestar y la salud mental de la víctima es equiparable al provocado por el abuso físico (O’Leary, 1999).

Por otra parte, las investigaciones sugieren que el maltrato psicológico es más persistente en el tiempo que otras formas de abuso (Almendros, Gámez-Guadix, Carrobles, Rodríguez-Carballeira y Porrúa, 2009).

Aunque también sería importante tener variables en cuenta como la intensidad o la gravedad, la frecuencia con que se da y la cronicidad a esa exposición (Borjesson, Aarons y Dunn, 2003).

Y, por último, se ha visto que este tipo de maltrato podría ejercer una gran influencia en la percepción que tiene la víctima sobre la relación (culpabilidad, hace las cosas mal, no encontrará nadie mejor…), influyendo de esta manera en la decisión que conlleva abandonar o no la situación abusiva (Almendros, Gámez-Guadix, Carrobles, Rodríguez-Carballeira y Porrúa, 2009).

De hecho, se ha relacionado positivamente este maltrato con el desarrollo de dependencia emocional (Martín y de la Villa Moral, 2019).

Pero, ¿qué es exactamente el maltrato psicológico?

Aunque no hay una revisión clara y concisa por la cantidad de diferentes conductas y emociones que engloban este fenómeno, hay una serie de elementos que se repiten a menudo en la mayoría de investigaciones y que son los más recurrentes: insultos, amenazas, celos, aislamiento, chantaje, actos simbólicos o literales de violencia, conductas de dominación, rechazo, y humillación (Almendros, Gámez-Guadix, Carrobles, Rodríguez-Carballeira y Porrúa, 2009).

Teniendo en cuenta esto, podríamos definir el maltrato psicológico como: “una serie de acciones con intencionalidad, verbal o simbólica, a través de las cuales se pretende generar un daño psicológico y emocional en la otra persona” (Sauceda y Maldonado, 2016).

Que además puede provocar afectaciones en su desarrollo normal ya que las constantes invalidaciones hacia el ser humano víctima de ello van a generar dificultades en el establecimiento de relaciones interpersonales y desempeño adecuado en sus otras áreas de vida. Es común que el maltrato psicológico venga acompañado también de otros componentes de abuso, como físico o sexual, pero esto no es indispensable, ya que puede presentarse de manera independiente (García, Irurtia, Caballo y del Mar Díaz, 2011). 

Si bien es cierto que el maltrato psicológico ha sido más estudiado en situaciones o poblaciones concretas yo, como habéis podido comprobar, en este relato no he especificado géneros. Tampoco rango de edad o población. Y el motivo es que, como bien he recalcado al principio, puede pasarnos a todos sin que seamos conscientes de lo que está sucediendo. Ya sea en relaciones románticas, de amistad, o familiar.

Las consecuencias de sufrir o haber sufrido maltrato psicológico pueden ser muy perjudiciales. Si crees que te puede estar pasando, te ha pasado, o una persona de tu alrededor puede estar atravesando una situación de este tipo, no dudes en pedir ayuda

Bibliografía

Almendros, C., Gámez-Guadix, M., Carrobles, J. A., Rodríguez-Carballeira, Á., & Porrúa, C. (2009). Abuso psicológico en la pareja: aportaciones recientes, concepto y medición. Psicología Conductual, 17(3), 433-451.

Borjesson, W. I., Aarons, G. A. y Dunn, M. E. (2003). Development and confirmatory factor analysis of the Abuse Within Intimate Relationship Scale. Journal of Interpersonal Violence, 18, 295-309.

García, L., Irurtia, M., Caballo, V y del Mar Díaz (2011). Ansiedad social y abuso psicológico. Psicología conductual, 19(1), 223.

Martín, B., y de la Villa Moral, M. (2019). Relación entre dependencia emocional y maltrato psicológico en forma de victimización y agresión en jóvenes. Revista iberoamericana de psicología y salud, 10(2).

O’Leary, K. D. (1999). Psychological abuse: a variable deserving critical attention in domestic violence. Violence & Victims, 14, 3-23.

Sauceda, y Maldonado. (2016). El abuso psicológico al niño en la familia. Revista de la Facultad de Medicina (México), 59(5), 15-25. ç

Reestructuración cognitiva

¿Qué es?

La Reestructuración Cognitiva es la técnica psicológica mediante la cual el terapeuta se centra en la modificación de aquellos pensamientos o creencias desadaptativas que han sido aprendidas por la persona por otras más sanas y adaptativas, que tengan por objetivo reducir el malestar emocional provocado.

Más concretamente explicado, los pensamientos serán considerados tanto por el terapeuta como por el paciente como hipótesis, y ambos tendrán que recabar datos que autentifiquen o desmientan estas mismas (Bados y García, 2010). 

La base de la reestructuración cognitiva se sustenta en tres supuestos básicos (Bados y García, 2010): 

  1. La interpretación por parte de las personas de aquellos acontecimientos que nos suceden en nuestro día a día está directamente relacionada con la forma en cómo nos sentimos y por ende en que actuamos. No es lo mismo quedar por primera vez con una persona que nos atrae, y pensar al ver que se retrasa media hora que nos ha dejado plantados o que no le interesamos, a pensar que probablemente haya surgido algún imprevisto que haya provocado el retraso y que es mejor llamar para salir de dudas.
    La situación es la misma, y sin embargo impresiona lo diferentes que pueden ser las emociones que surgen en nosotros según si percibimos la situación de una manera o de otra. 
  2. El psicólogo es capaz, mediante sus herramientas y su experiencia, de ayudar a la persona a identificar esta clase de pensamientos dolorosos, que a veces son conscientes y otras son completamente automáticas. 
  3. Existe la posibilidad, con el trabajo y dedicación de ambos, de readaptar las cogniciones de la persona a otras más sanas. 

La gran mayoría de nosotros tenemos un esquema o estructura cognitivos. Son individuales, personales y diferentes entre cada persona. Se tratan de nuestros pensamientos y nuestra forma de interpretar. Ya sea por aprendizaje externo y transmitido, o por el aprendizaje interno que hemos realizado de circunstancias vividas. En su formación influyen además una serie de variables como: situacionales, fisiológicas, emocionales, y conductuales junto con el significado que representa todo ello para la persona (Bados y García, 2010). 

Estos esquemas cognitivos determinan la forma en la que vemos las cosas, dado que moldean aquello a lo que atendemos, prestamos más atención, recordamos y valoramos (Bennett-Levy, Westbrook et al., 2004). 

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Reestructuración cognitiva.

Además, el objetivo de la reestructuración cognitiva no es la invalidación total de las emociones. Sabemos que las emociones tienen su función y quieren decirnos algo, no obstante, dentro de un equilibrio. La reestructuración se enfoca en aquellos pensamientos que hacen que una emoción se vuelva desmedida, hasta el punto de resultar dañina para la persona (Bados y García, 2010). 

Beneficios

Por lo tanto, algunos de los beneficios que puede proporcionarnos acudir a terapia para trabajar nuestros pensamientos son (Bados y García, 2010):

  • Aprender a identificar qué tipo de cogniciones inconscientes te están haciendo daño, y están impidiendo que lleves una vida plena.
  • Comprender el impacto que éstas están teniendo en ti tanto emocional como conductualmente.
  • Readaptar la forma de ver tus pensamientos de modo que sean algo discutible y que hay que verificar, en lugar de verlos como una verdad absoluta.
  • Modificar este tipo de pensamientos y reemplazarlos por otros más adaptativos que te lleven a conseguir un cambio tanto emocional como conductual más sano.

Si crees que te mueves a través de ciertos pensamientos que te están provocando malestar y piensas que necesitas ayuda, no dudes en contactar con algún profesional.

Bibliografía

  • Bados López, A., y García Grau, E. (2010). La técnica de la reestructuración cognitiva. Universidad de Barcelona.
  • Bennett-Levy, J., Westbrook, D., Fennell, M., Cooper, M., Rof, K. y Hackmann, A. (2004). Behavioural experiments: historical and conceptual underpinnings. Oxford guide to behavioural experiments in cognitive therapy (pp. 1-20). Oxford: Oxford University Press.
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¿Qué es el bullying?

Tanto las relaciones como las experiencias que mantenemos con nuestro grupo de iguales son necesarias y contribuyen sobre todo al desarrollo de los niños y adolescentes.

Estas relaciones que mantenemos con los demás nos aportan bienestar, seguridad, y nos ayudan a formar nuestros esquemas sociales, emocionales y cognitivos. Pero, como en cualquier relación que conlleva una interacción con otra persona, también pueden darse conflictos que pueden tener consecuencias positivas o negativas (Lugones y Ramírez, 2017). 

En niños y adolescentes una de esas causas negativas que puede darse y que parece adquirir cada día más relevancia es el Bullying (Lugones y Ramírez, 2017).

Dan Olweus fue el psicólogo que realizó el primer estudio sobre bullying en el ámbito escolar, y quien posteriormente lo definió como: una «conducta de persecución física o psicológica que realiza el alumno o alumna contra otro, al que elige como víctima de repetidos ataques. Esta acción, negativa e intencionada, sitúa a las víctimas en posiciones de las que difícilmente pueden salir por sus propios medios. La continuidad de estas relaciones provoca en las víctimas efectos claramente negativos: disminución de su autoestima, estados de ansiedad e incluso cuadros depresivos, lo que hace difícil su integración en el medio escolar y el desarrollo normal de los aprendizajes» ( Olweus, 1993). 

Por supuesto, desde entonces han surgido muchas otras definiciones sobre el bullying, pero si hay algo indiscutible es que la mayoría de ellas tienen, a grandes rasgos, cuatro características en común: 

  • Es un fenómeno de agresividad injustificada, que aunque pueda darse en mayor o menor medida siempre es violento
  • Puede darse de forma física, verbal, psicológica, social y, más actualmente, mediante ciberbullying
  • Es una situación que hace surgir diferentes roles entre las personas: víctima, agresor, y espectador/es
  • Este acto no sólo produce consecuencias psicológicas y emocionales negativas hacia la víctima, sino también hacia el agresor, y hacia los espectadores, afectando a su calidad de vida, su salud, y bienestar

¿Qué consecuencias puede acarrear?

Centrándonos en este último punto, y en el rol de la víctima, algunas de las consecuencias que puede acarrear sufrir bullying son (López, Soto-Rubio, Rico, 2015): 

  • Disminución en el rendimiento académico y, por ende, aumento de malas notas.
  • Descenso de la motivación.
  • Pensamientos y sentimientos recurrentes de culpa.
  • Bajo autoconcepto y autoestima.
  • Inseguridad.
  • Desconfianza.
  • Aislamiento social y sentimientos de soledad.
  • Ansiedad ante la idea de ir al colegio/instituto/universidad.
  • Depresión.
  • Alteraciones del estado de ánimo y de la conducta.
  • Somatizaciones (dolores físicos, insomnio… ).
  • Ideación suicida o suicidio.

Entre otras. Pudiendo de hecho prolongarse este tipo de consecuencias a largo plazo, en la vida adulta, tanto en nuestro autoconcepto, como a la hora de relacionarnos con los demás. 

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En España, se estima que uno de cada cinco alumnos está implicado en el bullying, como agresor, como víctima, o como observador (Ortega, 1994). Y, en esta misma línea, el informe del Defensor del Pueblo UNICEF (2007) informa que el 5,5% de los estudiantes se consideraban víctimas de este fenómeno, y el 5,4% declaraban ser agresores de otros alumnos de forma cibernética. 

En este mismo informe, también se expone que una cuarta parte de los estudiantes había presenciado acoso o ciberacoso tanto de manera esporádica como de manera prolongada. 

Según otro informe (Cisneros X), la incidencia de la violencia escolar y el acoso escolar en nuestro país es de un 2,4% entre los niños y de un 21,6% entre las niñas, lo que da como resultado un nivel de acoso total escolar a nivel nacional de un 23,3% (Oñate y Piñuel, 2007). 


Son cifras preocupantes y las consecuencias demasiado altas como para que esta problemática pase desapercibida. Por eso, desde Més Que Salut Dénia queríamos animar tanto a padres, como a profesores, y a la propia persona que lo sufre, de que si tras leer este artículo piensan que sus hijos, alumnos puedan estar atravesando una situación así, u os habéis sentido identificados, no dudéis en solicitar ayuda, tanto a las personas de vuestro alrededor que os arropan y os dan apoyo, como a un profesional.

Bibliografía

  • Defensor del pueblo-UNICEF, (2007). Violencia escolar: el maltrato entre iguales en la educación secundaria obligatoria. 1999-2006. Madrid: publicaciones de la oficina del defensor del pueblo.
  • López, L. M., Soto-Rubio, A., y Rico, G. M., (2015). Bullying e Inteligencia Emocional en niños. Revista calidad de vida y salud, 8 (2). 
  • Lugones Botell, M., y Ramírez Bermúdez, M., (2017). Bullying: aspectos históricos, culturales y sus consecuencias para la salud. Revista cubana de medicina general integral, 33 (1), 154-162. 
  • Olweus, D., (1993). Bullies on the playground: The role of victimization. Children on playgrounds. Research perspectives and applications, 85-128. 
  • Oñate, A., y Piñuel, I., (2007). Informe Cisneros X. Acoso y violencia escolar en España. Instituto de Innovación educativa y desarrollo directivo.
  • Ortega, R. (1994). Violencia interpersonal en los centros educativos de enseñanza secundaria. Un estudio sobre maltrato e intimidación entre compañeros. Revista de Educación, 304, 253-280.

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Nota: Este post aparece hoy no por error. Dicen que “en casa del herrero cuchillo de palo”. No es el caso. No pude sacarlo antes porque precisamente, estaba cuidando mi propia salud mental. Estoy segura de que sabréis entenderlo ¡gracias!

Hoy, 10 de octubre, queríamos celebrar el Día Mundial de la Salud Mental, ¿y qué mejor forma de hacerlo que ofrecerte unas pautas para el autocuidado del día a día?

La celebración del Día Mundial de la Salud Mental el 10 de octubre es una iniciativa de la Federación Mundial de la Salud Mental (WFMH, en sus siglas en inglés).

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, fundada en 1948), la salud mental “es un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad. Es parte fundamental de la salud y el bienestar que sustenta nuestras capacidades individuales y colectivas para tomar decisiones, establecer relaciones y dar forma al mundo en el que vivimos.

La salud mental es, además, un derecho humano fundamental. Y un elemento esencial para el desarrollo personal, comunitario y socioeconómico. Es más que la mera ausencia de trastornos mentales. Se da en un proceso complejo, que cada persona experimenta de una manera diferente, con diversos grados de dificultad y angustia y resultados sociales y clínicos que pueden ser muy diferentes”.

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Autocuidado.

¿Qué cosas puedo hacer para tener en cuenta y cuidar mi salud mental?

1. Cuida tu salud física

Cuidar de tu salud física tiene un impacto muy positivo en tu mente y en tu cuerpo. Aliméntate bien, haz ejercicio físico, cuida las tensiones, contracturas o dolores que puedas sentir en tu cuerpo, realiza alguna actividad física que te guste, que te haga desconectar, y que recargue tu energía y refuerce el autocuidado.

2. Haz cosas que te gratifiquen y produzcan bienestar

Parece simple y evidente, pero en un mundo como este, donde nos gobiernan las prisas y el estrés, a veces se nos olvida dedicarnos esos momentos de paz, tranquilidad, y de autocuidado. Escucha a tu cuerpo y a ti mismo/a. Reflexiona más acerca de aquello que necesitas hacer, en lugar de aquello que crees que deberías hacer.

3. Conecta con tus seres queridos

Permítete escuchar y ser escuchado, abrazar y ser abrazado, apoyar y ser apoyado…

Permítete construir relaciones sanas, donde exista una responsabilidad afectiva que se de por ambas partes.

Acércate a esas personas que sientes que dan bienestar a tu vida, y no temas alejarte de aquellas que perturban y desequilibran esa tranquilidad.

4. Identifica y valida tus emociones

No niegues ni bloquees tus emociones. No las reprimas, no huyas de ellas… No te exijas tener que estar bien, ni tener que poder con todo día a día, y continuamente. Es agotador, e imposible.

Comprender y expresar cómo te sientes es muy importante. Todas las emociones son válidas y surgen para decirte algo.

Apóyate, acompáñate, y sé comprensivo contigo mismo/a.

Practica la asertividad. Sé amable contigo mismo/a, y con los demás. Gestionar las emociones de manera adecuada es un factor significativo del autocuidado.

5. Resalta las cosas buenas y no sólo las malas

Equilibra el peso. Normalmente le damos más importancia o prestamos más atención a las cosas negativas que a las cosas positivas que nos suceden o hacemos.

Un autocuidado eficaz comporta tener en cuenta el agradecimiento.

“Aunque no todos los días sean buenos, podemos encontrar algo bueno todos los días”.

Si crees que necesitas ayuda para cuidar de tu salud mental, no dudes en contactarnos.

Ramírez, W., Vinaccia, S., & Gustavo, R. S. (2004). El impacto de la actividad física y el deporte sobre la salud, la cognición, la socialización y el rendimiento académico: una revisión teórica. Revista de estudios sociales, (18), 67-75.

Davidson, L., & González-Ibáñez, À. (2017). La recuperación centrada en la persona y sus implicaciones en salud mental. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría37(131), 189-205.

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“Quien se traga las emociones, se ahoga”.

Fue una pregunta que ya contestó tiempo atrás una de las personas que dedicó gran parte de su vida al estudio del psicoanálisis, Sigmund Freud:

“Las emociones reprimidas nunca mueren. Son enterradas vivas, y saldrán de la peor manera”.

También concuerda con un refrán español que dice que: “Quien mucho traga, al final se ahoga”, y con el que además está de acuerdo la famosa autora del libro “cómo hacer que te pasen cosas buenas”, Marian Rojas Estapé, que afirma también que “quien se traga las emociones se ahoga”. 

La mayoría de los seres humanos vivimos corriendo. Evitamos, escapamos. Huimos de las emociones que nosotros mismos calificamos como negativas. De la tristeza, del miedo, la ira… u otras más complejas como el dolor, la inseguridad, la frustración, la decepción… 

Lo cierto es que huir de la realidad nunca nos hará felices. Cada cosa que decidimos hacer tiene un impacto en nosotros. Huir y evitar nos supone un gran gasto de energía. Silenciar y bloquear emociones puede provocar que perdamos salud tanto física, como psicológica. Además, hacerlo equivale a no aceptarla. También puede provocar un desequilibrio en nuestros niveles de estrés y el cortisol (comúnmente conocido como “la hormona del estrés”) en exceso es muy tóxico para nuestro organismo.

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Teniendo en cuenta la toxicidad interior que nos pueden ocasionar este tipo de emociones al no ser expresadas, y la cantidad de energía que necesitamos para reprimirlas (conlleva más desgaste físico, mental y emocional suprimirlas, que sentirlas), no es una sorpresa encontrarnos que cada vez hay cifras más altas de personas que, acostumbradas a llevar a cabo esta práctica durante toda su vida, acaban manifestando síntomas somáticos, tales como colon irritable, dolores de estómago, psoriasis, contracturas, migrañas, mareos… que no es más que un intento desesperado de estas emociones por salir a la luz de alguna manera. 

¿Existen de verdad emociones positivas, o negativas?

En realidad, esta es una clasificación que hemos ido creando a lo largo de nuestra vida porque, está claro y no es discutible, que hay emociones que son más agradables de sentir que otras. Pero lo cierto es que todas las emociones son una respuesta que produce nuestro organismo con el único fin de ayudarnos a sobrevivir. 

Viéndolo de otra manera, emociones como el miedo, el enfado, o la tristeza… ¿son de verdad negativas?

Porque el miedo nos protege de cualquier amenaza y nos ayuda a estar alertas ante situaciones que puedan suponer un daño a nuestra integridad física. El enfado nos permite establecer límites y defender nuestros derechos cuando percibimos que éstos están siendo vulnerados y que nos están haciendo daño. La tristeza nos incita a la reflexión, a valorar…

Hace un tiempo se descubrió que en las lágrimas emocionales había un componente químico que ya he mencionado un poco antes: El cortisol. Por eso, después de llorar por algo que emocionalmente nos ha hecho daño, nos sentimos desahogados. Hemos liberado tensión.

Ahora bien, sabiendo lo que conlleva el cortisol, ¿qué crees que sucede si estamos tristes y lo único que hacemos es reprimir el llanto? Si no lo expresamos, si no lo hablamos con nadie… ni siquiera con nosotros mismos. 

Llorar puede hacernos sentir vulnerables, y eso está bien, porque ya has leído antes que no podemos, ni es sano, estar constantemente en alerta o tensión. Y hay quien dice, que el dolor compartido, es menos dolor. 

¿Qué puedo hacer para “no ahogarme” con mis emociones?

Normalmente lo “malo”, “negativo”, o “desagradable” no son las emociones en sí, sino cómo las interpretamos o gestionamos. Teniendo en cuenta que las emociones son algo natural en nuestro organismo y que además no podemos controlar, puedo asegurar que es contraproducente que intentemos reprimirlas en lugar de aprender a gestionarlas.

Es muy importante detenernos a pensarnos, aprender a escucharnos, comenzar a sentirnos, libres de juicios, para averiguar por qué está surgiendo una emoción, qué quiere enseñarnos, y qué necesitamos. 

Aprende a identificar tus emociones: Pon nombre a lo que sientes (no es lo mismo sentir tristeza que decepción). Conócete. Busca ser asertivo/a, te enseñará cómo expresarte. Empieza a elegir a tu alrededor personas, lugares, cosas… que te proporcionen bienestar y sean sanas para ti.

Si crees que tienes problemas para identificar tus emociones, gestionarlas, o regularlas, no dudes en ponerte en contacto con nosotros. Podemos ayudarte.

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Situaciones en las que puede venirte bien la asertividad:

  1. Mañana trabajas. Quieres irte a descansar temprano. Pero cuando te metes en la cama, resulta que tu tía te llama para quejarse del mal día que ha tenido hoy. Como os lleváis muy bien, tú, por no cortarla, la escuchas. Aunque eso acabe provocando que te acuestes una hora más tarde, y además algo molesta porque ya no tienes tanto tiempo para dormir.
  1. Hoy es el primer día que conoces a tu suegra. Ella, como hace calor, te ofrece una bebida con gas. Tu sabes perfectamente que las bebidas gaseosas te sientan muy mal, pero aún así, como no quieres darle una mala impresión ni hacerla sentir rechazada, la aceptas. 

¿Te resultan familiares este tipo de situaciones?

Si tu respuesta ha sido , te recomiendo continuar leyendo esta entrada para descubrir cómo la ASERTIVIDAD puede ayudarnos a negarnos a este tipo de peticiones sin sentirnos mal por ello, cuidándonos al tener en cuenta nuestras necesidades, mejorando por tanto nuestra autoestima, y guardando un respeto a nosotros y a los que nos rodean.

¿QUÉ ES LA ASERTIVIDAD?

La asertividad se define como la capacidad de expresar de forma clara, directa, honesta y adecuada tanto nuestros pensamientos u opiniones, como nuestros sentimientos, desde el respeto tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás.

La asertividad nos facilita relacionarnos con los demás y también con nosotros mismos. Nos enseña, por ejemplo, a negarnos a hacer algo que no queremos, a gestionar un conflicto, o también a pensar o anteponer un poco esas a menudo tan olvidadas necesidades propias.

Normalmente, según la situación en la que nos encontremos, podemos movernos entre 3 estilos de comportamiento, que se conocen como el comportamiento pasivo, el comportamiento asertivo, y el comportamiento agresivo. 

Cuando tenemos un comportamiento pasivo, nos estamos diciendo a nosotros mismos que no tenemos derechos, pero los demás sí. Por otro lado, el comportamiento agresivo, nos hace pensar que nosotros tenemos derechos, pero los demás no. Y, finalmente, el estilo asertivo dice que tanto nosotros mismos como los demás tenemos derechos. 

Parece evidente cuál es el estilo de comportamiento más adecuado para tratarnos tanto a nosotros mismos como a los demás desde la comprensión, el amor y el respeto (que es, al final, lo que queremos todos), pero entonces, ¿por qué no había escuchado antes la palabra asertividad?, y ¿por qué parece tan difícil ser asertivo?

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La respuesta es muy sencilla, y es simplemente que, normalmente, o no sabemos cómo hacerlo, o las creencias irracionales (como aquellas de las que hablé en la entrada anterior) mediante las que funcionamos nos impiden pasar del estilo pasivo o del estilo agresivo al asertivo. A parte, existen una serie de normas más tradicionales, profundamente arraigadas, que a veces parecen estar en lucha constante con los derechos que todos nosotros tenemos, y eso puede generarnos un conflicto, porque, ¿cómo voy a negarme a hacerle un favor a alguien, si siempre me han dicho que hacerlo es de buena persona?

CREENCIAS IRRACIONALES Y ASERTIVIDAD

Algunas de las enseñanzas y normas tradicionales que vamos aprendiendo desde que somos pequeñitos acaban siendo rígidas, inamovibles y verdaderas en nuestra cabeza. Lo que hace que, además, en un futuro, tengamos problemas para ser asertivos.

Pero, ¿son realmente las adecuadas?, ¿estoy haciendo las cosas que necesito y me hacen feliz, o las cosas que creo que hacen que los demás me consideren una buena persona? 

Veamos algunas de las creencias erróneas pero comúnmente extendidas que probablemente hayas escuchado en algún momento de tu vida, y mostremos a qué tenemos derecho realmente. 

  CREENCIAS ERRÓNEAS                                          MIS DERECHOS

Es ser egoísta anteponer las necesidades propias a las de los demás.Algunas veces, tengo derecho a ser el primero. 
Es vergonzoso cometer errores. Hay que tener una respuesta adecuada para cada ocasión. Tengo derecho a cometer errores y no avergonzarme por ello.
Si no puedo convencer a los demás de que mis sentimientos son razonables, debe ser que estoy equivocado. Tengo derecho a ser el juez último de mis sentimientos y aceptarlos como válidos.
Hay que respetar los puntos de vista de los demás, especialmente si desempeñan algún cargo de autoridad. Guardarme las diferencias de opinión para mi mismo; escuchar y aprender. Tengo derecho a tener mis propias opiniones y convencimientos.
Tengo que intentar ser siempre lógico y consecuente.Tengo derecho a cambiar de opinión o de línea de acción.
Las cosas podrían volverse aún peores de lo que son. No hay que tentar a la suerte. Tengo derecho a intentar un cambio.
No hay que hacer perder a los demás su valioso tiempo con los problemas de uno.Tengo derecho a sentir y expresar el dolor, pedir ayuda o apoyo emocional.
Hay que intentar adaptarse siempre a los demás, de lo contrario, no se encuentran cuando se necesitan.Tienes derecho a decir “no”. 
Si alguien hace una pregunta, hay que darle siempre una respuesta.Tienes derecho a responder o a tomarte tu tiempo para hacerlo. 

LA ASERTIVIDAD SE TRABAJA.

Ser asertivo/a conlleva un trabajo detrás por nuestra parte, a veces también un remodelamiento de nuestras creencias, y de la forma en que nos hablamos a nosotros mismos y a los demás. No es una habilidad que se aprenda de la noche a la mañana, ni de una semana para otra. Es una habilidad que se entrena. 

Sobre todo porque lo cierto es que la educación que recibimos desde pequeños no nos enseña a ser asertivos, y a menudo se ha relacionado el pensar en nuestras propias necesidades con el ser egoístas, cuando a veces tenemos derecho a ser los primeros.

Teniendo en cuenta que la asertividad también se conoce como “la capacidad de expresar los derechos y sentimientos personales”, es necesario que nosotros mismos nos detengamos, e indaguemos en nuestro interior para averiguar precisamente eso; cuáles consideramos que son nuestros derechos y sentimientos, con claridad. Que es algo que, en el mundo en el que nos movemos hoy en día, no solemos hacer, porque es más sencillo “coger la vía fácil y correr”, que detenernos a reflexionar. 

Ahora bien, tras leer esta entrada, aprender un poco sobre la asertividad, y revisar cuáles son tus derechos asertivos, si volvieras a las situaciones del inicio, ¿actuarías igual?



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creencias irracionales

Resulta que, aunque no nos guste leerlo, hay algunas ocasiones en la vida en que nos hacemos daño a nosotros mismos, sobre todo en lo que respecta a lo que pensamos, tanto de nuestro entorno, de los acontecimientos que nos suceden, como de nosotros mismos.

Pero, ¿cómo nos hacen daño nuestros pensamientos exactamente?

Nuestros pensamientos nos hacen daño a través de lo que consideramos creencias irracionales, o también conocidas como distorsiones cognitivas. 

Pero, ¿qué son las creencias irracionales?

Según Beck, uno de los máximos exponentes de la psicología del siglo XX las distorsiones cognitivas son errores sistemáticos que realizamos durante procesamiento de la información. Es decir, son malinterpretaciones erróneas y desadaptativas que podemos realizar sin llegar a ser conscientes a la hora de percibir nuestro entorno.

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“En esta imagen, nuestra forma de interpretar el entorno provocaría un resultado erróneo y desadaptativo, que es el 3, a pesar de que si modificamos nuestra percepción y pensamientos, podríamos dar con un resultado más adecuado y sano (2).”

Nuestro problema es que en la mayoría de ocasiones cometemos el error de creer que todo cuanto nos decimos a nosotros mismos, o interpretamos, es real y verdadero, lo que hace que nos resulte muy costoso romper ese círculo de toxicidad.  

Así pues, una vez explicado esto, ¿cuáles son 12 de las creencias irracionales más comunes y qué mayor malestar emocional nos provocan?

1. Las exigencias y el perfeccionismo.

Tal vez os suenen las palabras claves que siguen a esta distorsión, tales como “debería de…”, “tengo que…”, “no debería de…”, “tiene que…”. 

Son creencias rígidas y normalmente inflexibles sobre cómo debería ser uno y los demás. 

El exigente busca una perfección que es irreal. La perfección convierte los errores en algo intolerable, en lugar de permitirnos verlos como un aprendizaje, que es lo que realmente vamos haciendo durante cada día de nuestra vida; aprender. 

Además, caemos en el error de que, cuando somos exigentes con los demás, sentimos rabia cuando vemos que no actúan según nuestras creencias, en lugar de ser comprensivos y saber que cada uno de nosotros somos un mundo, y que todos tenemos derecho percibir las cosas a nuestra manera, y a tener nuestras propias creencias. 

Además, las exigencias hacia uno mismo normalmente acaban tornándose en duras autocríticas que solemos creer sin discutir.

2. El catastrofismo.

Catastrofizar significa ver y esperar lo peor aunque realmente el futuro nos es incierto. 

Si eres una persona catastrofista, tal vez te suene su palabra estrella, conocida como: “¿Y sí…?”. Que nos provoca una intensa preocupación y un miedo excesivo a la hora de afrontar cualquier situación, olvidándonos de lo más importante y que he destacado en un principio; que no somos adivinos, que no sabemos qué va a pasar en un futuro, y que en la mayoría de ocasiones, el 97% de las cosas que pensamos, ya sean buenas o malas, no pasan tal y como nos las imaginamos.

3. La negación.

Distorsión dirigida por frases como; “no me importa…”, “me da igual”, “no me pasa nada”… 

Se trata de negar nuestros errores, problemas o debilidades. De no prestar atención a nuestras emociones. 

Algo que hace que nos olvidemos de que precisamente cometer errores, y tener problemas, debilidades y sentimientos es lo que nos hace humanos. 

4. La sobregeneralización.

Esta es una de las creencias irracionales más común. Es lo que nos hace pensar que si un día aleatorio, porque pase A, después ha pasado B, entonces todos los días en los que surja A aparecerá luego irremediablemente B.

En otras palabras, es la tendencia que tenemos a pensar que si algo ha sucedido una vez, sucederá otras muchas veces. Sobre todo cuando se trata de una experiencia que nos ha resultado desagradable. 

Cuando nos hablamos con este tipo de distorsión, solemos usar palabras extremistas como “siempre”, “nunca”, “todo”, “nada”… Cuando realmente podríamos empezar a preguntarnos qué posibilidades de que eso que pensamos sea cierto. 

¿De verdad nunca te sale nada bien?, ¿de verdad siempre te pasa todo a ti?

Tal vez con expresiones más reales como “a veces”, “es posible”, o “a menudo”, nos trataríamos mejor. 

5. Las etiquetas globales. 

Las palabras que acompañan esta creencia irracional suelen ser “soy un”, “es un”, “son unos”. Es decir, predomina el verbo “ser”, y a veces los prejuicios juegan un papel importante aquí. 

Solemos etiquetar a una persona, o a nosotros mismos, con sólo tener uno o dos rasgos de la personalidad, obviando todo el resto. 

Podríamos decir por ejemplo; “es un tacaño”, “es una aburrida”… Cuando en realidad podríamos ser más específicos en lugar de generalizar; “a veces se comporta de forma tacaña”, o “cuando salimos de fiesta es aburrida”. 

6. La negatividad.

¿Os suena eso de agrandar las cosas negativas y desvalorizar o empequeñecer las positivas? 

Esto es lo que hacemos mediante esta distorsión. Tanto si se tratan de acontecimientos sucedidos en el día a día, como si se tratan de méritos propios. 

“Seguro que voy a suspender”, “seguro que no le caigo bien”, “seguro que no le gusto”… 

Recordemos lo mencionado anteriormente en la distorsión del catastrofismo… “el 97% de las cosas que pensamos, ya sean buenas o malas, no pasan tal y como nos las imaginamos”. 

7. El pensamiento polarizado. O blanco o negro, o todo o nada.

“O todo es horrible o todo es maravilloso”. 

La realidad se percibe de manera extremista y no se valoran los términos medios. No existen los grises. En lugar de ser conscientes de que estamos siendo extremistas, y darnos cuenta de que tanto las personas como las situaciones no somos totalmente de una forma o de otra, sino que en su lugar nos vamos moviendo a lo largo de un continuo.

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Creencias irracionales

8. El razonamiento emocional.

“Si me siento un perdedor es porque soy un perdedor”. 

Estas creencias irracionales consisten en creer que lo que sentimos es verdad por el simple hecho de que lo sentimos. 

A veces las emociones pueden hacernos emitir juicios sobre los demás, sobre nosotros mismos, o sobre las situaciones que no son del todo ciertas. Hay que tener en cuenta que nuestros sentimientos son producto de nuestra propia interpretación personal, que puede ser diferente a la de la mayoría, porque cada uno de nosotros tenemos nuestra propia percepción, de ahí calificarla como “personal”. 

No está de más que reflexionemos acerca de nuestras emociones cuando las sintamos, para identificar si son ciertas o nos están engañando vía creencias irracionales. 

9. El sesgo confirmatorio.

Se trata de algo similar a una memoria selectiva.

Esta creencia actúa de manera que, si pensamos que alguien es torpe, tenderé a recordar más aquellas situaciones que confirmen mi juicio, aunque la realidad es que una persona puede mostrarse torpe en algunas situaciones, y en otras no. 

Recordamos mejor, de una forma equivocada, las cosas que encajan con nuestras ideas preconcebidas.  

10. La interpretación del pensamiento, o lectura del pensamiento.

Creemos saber no sólo lo que piensan los demás, sino también por qué se comportan de la forma en que lo hacen. 

“Piensa que soy una estúpida”, “seguro que sólo está con él por su dinero”, “lo que está haciendo es reírse de mi”… 

Estas creencias irracionales a veces nos hacen olvidar que todo lo que tenemos son hipótesis, y que las hipótesis no se pueden dar como verdaderas hasta que no se tengan claras pruebas de ellas. 

11. La personalización.

El sentirnos, como a mi me gusta llamarlo, “el ombligo del mundo”, ya sea para bien o para mal. 

A veces esto nos hace pensar que todo lo que las personas de nuestro alrededor hacen o dicen tiene que ver, de alguna manera o de otra, con nosotros mismos. 

Así, si de pronto quedamos una tarde con una amiga, que está más seria de lo normal, tenderemos a pensar, “¿habré hecho algo mal?”, “¿estará molesta conmigo por algo?”. Aunque no hayamos dicho o hecho nada para causar en ella una expresión de seriedad o molestia. 

Al final, olvidamos que todos tenemos problemas y nuestras propias luchas. La próxima vez, podrías probar a preguntarle directamente a tu amiga si está bien. 

12. El filtraje.

El filtraje se produce cuando vemos o escogemos algo negativo de nosotros mismos, de los demás o de las circunstancias, y se excluye todo lo demás. 

Por ejemplo, es una de las creencias irracionales que nos lleva a centrarnos en que he suspendido dos asignaturas en el primer año de universidad, y a olvidar que he aprobado 8 de 10. 

A veces, las emociones también nos pueden hacer caer en el error del filtraje. Por ejemplo, si un día estoy triste, voy a verlo todo negativo, y voy a tender a pensar que “no podré con ese día”, o “no podré con la semana”, retroalimentando sin ser conscientes ese ciclo de malestar en el que nos encontramos, en lugar de permitirnos sentirnos así, y alentarnos en que nada es eterno y que probablemente mañana nos encontremos mejor. 

A veces, según el tipo de pensamientos que tengamos, pueden producirnos unas emociones u otras. Podríamos decir que es una retroalimentación continua entre ambos. Los pensamientos determinan nuestra forma de ver e interpretar nuestro entorno. Estos pensamientos y emociones pueden ser erróneos, o no.

Detectar las creencias irracionales que tenemos como herramientas en nuestro día a día es el primer paso para cambiarlas a otras más adaptativas, reenfocando pensamientos dañinos que nos ayuden a tener una buena salud emocional.



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Para vosotros no es ninguna novedad que os informe de que, a día de hoy, el porcentaje de personas que consumimos pornografía es muy alto. Ya sea por diferentes razones; disfrutar de un buen momento de sexualidad con nosotros mismos, con nuestras parejas, o por qué no, también para aprender o coger algunas ideas sobre cuáles deberían ser esos “truquitos” para hacer disfrutar al máximo tanto a nosotros mismos como a nuestro acompañante en la cama a la hora de tener sexo real.

Pero, después, ¿se parecen en algo el porno y la vida sexual real?

Si ya has experimentado lo que es el consumo de pornografía, y tener una experiencia sexual real, puede que te hayas dado cuenta de algo: No funcionan igual. 

Y digo puede… porque en algunos casos ni siquiera es así, y tardas en descubrir cómo funciona en realidad. Sobre todo al principio, cuando empiezas a experimentar sexualmente… y resulta que tu única referencia ha sido el porno. 

A falta de una apropiada educación sexual, podemos recurrir a innumerables recursos; libros, páginas webs concretas y especializadas, algún profesional,… Sin embargo, la fuente a la que casi todos acabamos recurriendo es la pornografía. 

La pornografía no es ni mala, ni buena, pero debemos tener claro que mayormente es ficción. Una ficción que crea unas altas expectativas que luego nosotros pretendemos aplicar a la realidad, consiguiendo normalmente sólo una cosa; frustración cuando empezamos a descubrir que las cosas no funcionan así.

La comunicación

En el sexo es muy importante la comunicación: Saber qué le gusta a tu pareja sexual, qué no le gusta, oír sus indicaciones, pedirlas si nos encontramos perdidos, aceptar cuándo algo le resulta incómodo, preocuparnos por el disfrute mutuo e individual, tomarnos nuestro tiempo en ello… etcétera.

Sin embargo, comunicar es algo que no acostumbramos a hacer la mayoría, ya sea antes, durante, o después de tener una relación sexual. 

Este es uno de los aspectos del sexo real donde la pornografía ha influido mucho. No encontramos esta clase de comunicación en los vídeos porno. Parece que los actores son adivinos y que ya saben qué le gusta y qué no a su pareja sexual. Y todo es excitación, placer, y orgasmos maravillosos y continuos. 

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El golpe de realidad

Pero claro, ¿qué sucede cuando intentas imitar lo que sucede en la pornografía, en  tus relaciones sexuales, y no hay comunicación?

Si vemos que nuestra pareja sexual no está constantemente gimiendo a un volumen considerable, podemos preguntarnos (mentalmente, porque en el sexo no se comunica); “¿le estará gustando?”, “¿por qué no gime más?”, “¿lo estaré haciendo mal?”… 

Son preguntas que nos causan inseguridad. Sin pretenderlo nos estamos cargando de una responsabilidad que no nos corresponde, porque no estamos teniendo en cuenta que en la pornografía, mayormente, los actores fingen, y la gran mayoría de las escenas están editadas. 

Inseguridad

Inseguridad es lo que “nos aplasta” y lo que corremos el riesgo de sentir también cuando tenemos como única referencia la pornografía. 

Porque claro, ¿qué sucede si mi miembro no me parece tan grande como el de los actores?, ¿o si mis pechos no me parecen tan bonitos como los de la mayoría de las actrices? Porque parece que el tamaño sí que importa… cuando en realidad no

O ¿qué pasa si no soy capaz de aguantar, y mantener una relación sexual, sin parar, durante “X” tiempo? Cuando en realidad, hay días en los que podemos alargar más, o menos, las relaciones sexuales, según lo que necesitemos, pero eso sí… normalmente con pausas. Porque es muy difícil que no aparezcan molestias por pérdidas de lubricación, y prácticamente irreal que cualquiera de las dos partes aguante con el “mete y saca” durante, al menos, media hora. 

¿Y si tengo un “gatillazo”, eyaculo demasiado rápido, o no lubrico lo suficiente? Un pene flácido, o incomodidad por falta de lubricación es algo que nunca suele verse en las películas porno, y si hemos aprendido que así debe ser, que pueda pasar en nuestro dormitorio es vergonzoso. Cuando lo cierto es que es algo normal, y pasa bastante a menudo. En la mayoría de los aspectos, esto tiene que ver con los preliminares; algo muy importante e inexistente en el porno, donde parece que llegan al nivel más alto de excitación con sólo mirarse e intercambiar cuatro palabras. Todo parece instantáneo. 

Los preliminares hacen que nos sintamos cómodos, que cojamos confianza. Son los que nos ponen a tono, y los que propician una más satisfactoria experiencia sexual. 

El orgasmo

Y la guinda del pastel: ¿Qué nos sucede si nuestra pareja sexual no tiene varios, o un orgasmo a lo largo del sexo,… o incluso al acabar nos confiesa que no lo ha sentido?

Porque en la pornografía el orgasmo siempre llega. Así que probablemente estemos haciendo algo mal: Y de nuevo nos echamos peso e inseguridad a la espalda, cuando eso es algo que desde luego no pasa en el sexo real. 

Cuando estás teniendo sexo pueden darse múltiples factores que hagan que no llegues al orgasmo; puede que tu cuerpo no esté en su mejor momento para llegar al orgasmo, puede que los preliminares no hayan durado demasiado, puede que hayas empezado a sentir molestias, puede que no haya habido la suficiente comunicación, que incluso te de un tirón o si lo haces en verano sin aire acondicionado, un golpe de calor. 

Por no hablar de que a la mayoría de las mujeres no nos basta simplemente con la penetración para llegar al orgasmo, y que necesitamos también de otros tipos de estimulación.

Hay múltiples factores que pueden propiciar que no siempre llegues al orgasmo y eso es normal. Además, no llegar al orgasmo no siempre conlleva a que ya no hayamos disfrutado esa relación sexual. 

En conclusión… debemos tener claro que por mucho que nos guste la pornografía y nos proporcione algunos minutos de placer momentáneo, es muy importante que no olvidemos, para estar en calma con nuestras posteriores relaciones sexuales, que en su mayoría la pornografía es ficción, y que en absoluto podemos compararlo con lo que luego es mantener una relación sexual real con alguien. 


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La esquizofrenia es un trastorno mental grave que provoca a quien la padece una combinación de delirios y alucinaciones que le hacen interpretar la realidad de una manera diferente, causando además un desequilibrio en el pensamiento y en el comportamiento que afecta al funcionamiento diario de las personas con dicho trastorno.

A pesar de que las causas exactas que provocan la esquizofrenia son desconocidas a día de hoy, los estudios han demostrado que la combinación de la química del cerebro (como por ejemplo un desajuste en los neurotransmisores conocidos como dopamina o glutamato), la genética (antecedentes familiares de esquizofrenia) o el ambiente (situaciones externas estresantes, consumo de ciertas drogas,…) pueden favorecer su desarrollo.

Todo ello hace que la vida de una persona con esquizofrenia resulte complicada ya que, una vez identificado el trastorno y comenzado el tratamiento, ellos son conscientes de que piensan, sienten y se comportan de una manera diferente a los demás.

Además de todas las dificultades a las que con valentía tienen que enfrentarse prácticamente a diario debido a su trastorno, hay otra dificultad a la que normalmente tienen que hacerle frente, que son nuestros prejuicios.

Porque, ¿cuáles crees que serán los primeros pensamientos que te rondarán la cabeza si al conocer a una persona ella te confiesa que tiene esquizofrenia?

A continuación os dejaré los pensamientos (erróneos) más comunes que suele tener la sociedad cuando una persona dice que padece este trastorno, y cuál es la realidad de las personas con esquizofrenia.

Las personas con esquizofrenia suelen ser agresivas.

Según la resumida explicación de este trastorno realizada un poco más arriba, podemos comprobar claramente que no. La esquizofrenia puede producirse en cualquiera de nosotros por determinados factores, pero estos no incluyen la agresividad.

La agresividad es algo que está presente en la persona, independientemente de si padece o no este trastorno. No es desencadenada por el mismo.

De hecho, por sus circunstancias a menudo tienen más probabilidades de convertirse en víctimas de abuso que en abusadores.

Dan miedo porque no comprendo su manera de interpretar el mundo.

A veces convertimos la esquizofrenia en un elemento central a la hora de conocer a la persona que la padece y se nos olvida que son simplemente eso; personas. Personas que, al igual que todos nosotros, quieren sentirse queridas y apreciadas, no apartadas sólo porque sus pensamientos o su forma de interpretar la realidad se escapen a nuestro entender, o porque no sepamos exactamente qué pasa por su mente.

Pero, si te paras a pensarlo ¿es que realmente sabemos qué está pasando por la cabeza de alguien cuando hablamos con ellos?

Además, son personas que están luchando cada día con su realidad, por lo que el apoyo psicosocial es algo que agradecen de verdad. Sé respetuoso, comprensivo, y amable. Recuerda que para esa persona sus creencias o alucinaciones son muy reales.

Las personas con esquizofrenia están locas y son raras.

A veces, la falta de conocimiento que persigue a la esquizofrenia puede llevarnos a sacar esta conclusión. En concreto, a menudo son los síntomas psicóticos que caracterizan este trastorno los que suelen hacernos pensar que las personas que lo padecen “están locas o son raras”.

Los síntomas psicóticos son los hacen que la persona con esquizofrenia piense, actúe y perciba el mundo de una forma diferente. En concreto, estos síntomas son formados por las alucinaciones (cuando una persona ve, oye, huele, saborea o siente cosas que no son reales), los delirios (esas creencias fuertes que no son ciertas y pueden parecer irracionales), los trastornos del pensamiento (esa forma de pensar inusual e ilógica), y los trastornos del movimiento (considerados como anormales, y que pueden ser repetidos una y otra vez).

Señalando de nuevo los factores que provocan este trastorno (como la genética, el ambiente, o la química del cerebro), está bien recordar que en ningún caso es un trastorno que las personas decidan tener, y que para ellos estos síntomas son muy reales, así que debemos movernos hacia ellos mediante el apoyo, la comprensión y la empatía. Además, uno de los principales objetivos del tratamiento de este trastorno es controlar con medicación los síntomas psicóticos.

“Cuando conozco a una persona con esquizofrenia, sólo veo el trastorno, y nada más”.

Si bien es cierto que las personas que padecen este trastorno se ven obligadas a lidiar con él cada día, y que luchan por aprender a vivir con él, intenta que no sea un tema central cuando conozcas a una persona con esquizofrenia.

Es difícil para ellos comprobar que la mayoría de personas por lo primero por lo que se interesan es por conocer cómo conviven con el trastorno, o por saber qué tipo de alucinaciones tienen.

Mejor, podríamos interesarnos por la persona. Por sus gustos, sus intereses, aficiones,… por saber qué les gusta hacer en su tiempo libre o cómo disfrutan de este.

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Para ellos ya es demasiado complicado lidiar cada día con los síntomas psicóticos, como para centrarnos también en estos al conocerles.

Está bien conversar e interesarse de vez en cuando sobre su trastorno y por cómo están, pero no debemos dejar que se convierta en la única conversación que tengamos con ellos.

Las personas con esquizofrenia no son inteligentes.

En este trastorno, la inteligencia permanece bien conservada, pero solemos confundirnos por las dificultades que a menudo presentan en aspectos como la concentración, la memoria, la atención… que realmente son provocados por los efectos secundarios de la medicación.

Los efectos secundarios de los antipsicóticos, dependen principalmente de qué medicamento estemos tomando, pero por lo general, todos ellos suele presentar alguno.

Estos fármacos antipsicóticos se distribuyen principalmente entre antipsicóticos de primera, y de segunda generación. Los efectos secundarios de los medicamentos de primera generación se caracterizan por sedación, somnolencia, mareos, la rigidez, el temblor, contracciones musculares involuntarias… Sin embargo, los de segunda generación, aunque son similares a los descritos anteriormente, tienen un factor diferencial muy importante; se produce un incremento de lípidos, colesterol y glucosa en la sangre.

Además, también se dan otros efectos como el aumento de la prolactina, que influye en cuanto a la disfunción sexual masculina se refiere, y en la mujer produce alteraciones en la menstruación, y ciertos tipos de disfunción sexual.

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Teoría sobre la personalidad.

Entre otras cosas, el psicólogo Carl Gustav Jung formuló una teoría sobre la personalidad, en la que en dos de sus extremos, podíamos encontrar la introversión y la extraversión.

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Gráfica en cuyos extremos se encuentran la introversión, y la extraversión, dejando ver diferentes grados entre ellos.

Jung decía que el introvertido suele dirigir su energía hacia “dentro”, y el extrovertido hacia “fuera”. Más allá de lo social, para él la introversión y la extraversión no eran más que diferentes maneras que tienen las personas de reaccionar a la estimulación, refiriéndose con esto a los fenómenos subjetivos (pensamientos e imaginación) o los objetos externos a uno mismo (lo que hay o pasa a nuestro alrededor). 

Las personas introvertidas son las que prefieren explorar su propia vida mental, y las extrovertidas se sienten más estimuladas por lo que sucede a su alrededor. Los dos extremos son opuestos; azul y rojo. Aunque por suerte, en nuestra vida todo es mucho más fluido, y según las diferentes situaciones o contextos, podemos movernos entre el resto de porcentajes; azul claro, verde, amarillo, o naranja.

La sociedad en la introversión y en la extroversión.

Pero entonces, ¿en qué momento empezó la sociedad a “recriminar” la introversión y a “animar” la extroversión”?

Hoy en día, fácilmente se asignan palabras al introvertido como aburrido, tímido, miedoso, prudente, pensativo, apático… 

¿No te parecen calificativos con una valencia más bien negativa?

Mientras tanto… los que suelen rodear al extrovertido son valiente, divertido, amable, alegre, despreocupado, amigable… 

Con una valencia más bien positiva.

Da la sensación de que un introvertido no puede ser ninguno de los adjetivos que califican a las personas extrovertidas, o viceversa. 

No estoy diciendo que a nivel social o de esa búsqueda de estimulación no haya diferencias entre nosotros, pero, ¿es eso realmente una razón de peso para esa repartición?, ¿es por esa falta de interés en la fiesta y en las multitudes por lo que una persona introvertida, es ya aburrida?

Ni comparar, ni diferenciar.

No obstante, el objetivo de este artículo no es hacer mayor la distinción entre unos y otros, como tampoco lo es comparar.

Más bien, la meta de este escrito es tranquilizar a aquellas personas introvertidas que, por estas razones, han podido llegar a sentirse fuera de lugar, solos, que no encajan, o que no está bien ser como son. 

Que piensan de sí mismos que son aburridos porque es, en su mayoría, la palabra que han recibido al rechazar acudir a una fiesta.

Está bien ser introvertido.

Introvertido, tengo algo importante que decirte; está bien. Está bien ser introvertido

Está bien preferir lugares tranquilos a lugares ruidosos. Está bien si sois más de estar en casa. De leer, de escuchar música, de ver una película o una serie, antes que ir a una fiesta. Está bien preferir quedar con pocos amigos en un lugar tranquilo, que en un lugar multitudinario. Está bien ser más cautelosos a la hora de conocer a nuevas personas. Está bien mirar más “hacia dentro” que “hacia fuera”.

Porque, de hecho, todos deberíamos meternos un poco más a menudo en nuestras cabezas.

Puede que a veces el sentimiento de soledad sea grande, y que quieras tener guardado a buen recaudo todas las ideas o pensamientos profundos que llenan tu cabeza. Y eso está bien. Pero espero que, ocasionalmente, abras tu mente para que otras personas la vean, porque creo que el mundo necesita escuchar esos pensamientos profundos.

Introvertido, recuerda que también puedes ser; valiente, miedoso, amable, cortante, amigable, distante, divertido, apático… Porque puedes ser todo cuanto quieras ser.

Si te ves a ti mismo introvertido, y piensas que es lo peor del mundo, nunca estarás realmente feliz contigo mismo, e intentarás constantemente cambiar sólo por satisfacer a la sociedad. Ver la introversión como algo negativo, y que necesita un cambio, es un error.

Pero si te aceptas como introvertido y eres feliz, no hay nada que te impida alcanzar tus metas y conseguir lo que quieres. Porque al fin y al cabo, ser introvertido no tiene absolutamente nada de malo, diga lo que diga la sociedad.

Mitos del amor

Si nombro películas como “La Cenicienta”, “Blancanieves”, “La Bella y la Bestia”, “El Diario de Noah” o “Titanic”, probablemente sean títulos que nos suenan a la mayoría de nosotros.  Siguen un género romántico que, a pesar de que como espectador nos haga disfrutar mucho durante la película y nos encoja el corazón, ¿es una idea idílica y un poco irreal del amor lo que han acabado dibujando en nuestra cabeza? ¿Una cuestión de mitos? 

Por desgracia, sí.  Me declaro culpable de haber visto todas y cada una de las películas que he nombrado anteriormente, y es por ello por lo que puedo exponer algunos mitos que he podido observar en ellas, así como rebatirlos. 

Mito: En alguna parte del mundo hay una persona que está destinada para nosotros.

Este famoso mito suele hacerse llamar nuestra “media naranja”.  Este mito se aferra a la idea de que a lo largo de nuestra vida sólo nos encontramos con una persona que es ideal para nosotros, cuando lo cierto es que a lo largo de nuestra vida, por suerte, nos cruzamos, y vamos conociendo, a muchas personas con las que podemos conectar, o no. 

¿No es fantástico saber que tenemos mil y una oportunidades de encajar con alguien con quien construir un vínculo sano, y que esa oportunidad de ser felices no se agota con una única persona? 

Mito: El amor es ciego y todo lo puede

Este mito se sustenta en la idea de que si quieres a una persona, debes estar dispuesto o dispuesta a aguantar cualquier cosa en la relación.

La realidad es que en una relación sana existen límites y acuerdos establecidos por cada una de las partes que conforman la relación, y que hacen que, mediante el respeto a esos límites y la comunicación, ésta mejore cada día.  Este mito puede causar que ante el primer problema que se presente, queramos o bien tirarlo todo por la borda, o resignarnos y aguantar cosas que no nos gustan. 

Cuando en una relación aparece un problema, o algo que nos disgusta, lo más adecuado es sentarnos a hablarlo desde la asertividad y comprensión con nuestra pareja. 

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Mitos del amor romántico

Mito: Los celos y las pruebas de amor

Los celos pueden ser indicativos de una cosa: de miedo y de inseguridad. Miedo e inseguridad a que esa persona se lleve algo nuestro, algo que nos pertenece. Lo cierto es que nuestra pareja no es una posesión. No es un objeto que es nuestro. Es una persona con la que hemos conectado, y hemos decidido compartir nuestra vida. Disfrutando tanto de los momentos en solitario como de los momentos en su compañía. Es por lo tanto un mito que los celos sean una prueba de amor.

Mito: Tener pareja pero también tener ojos

Enlazando este mito con las películas que he mencionado anteriormente, puedo decir que en la mayoría de ellas pasa una cosa; chico conoce a chica, ya no existe nadie más, y fueron felices y comieron perdices. 

La realidad es muy diferente. Como ya he mencionado anteriormente, en nuestra vida vamos conociendo a muchas personas con las que podemos sentir afinidad, o que nos parezcan atractivos/as. Esto no quiere decir que no quieras a tu pareja, sólo que eres humano. En este caso simplemente se trata de tener presentes las reglas de compromiso que hayamos establecido con nuestras parejas.

Mito: La persona adecuada “nos salva”. Llena y complementa todos los aspectos de nuestra vida. 

Quizá lo peor de este mito, es que vuelve a sustentarse en la idea de que en nuestra vida, sin una pareja, nos falta algo. De que tenemos que encontrar a alguien con gustos similares con quien disfrutar de las cosas que nos agradan porque va a ser mejor que hacerlo en solitario. Está muy bien tener al lado a alguien que te ayude, te apoye, y con quien disfrutar momentos o planes, no quiero decir lo contrario. Pero no lo necesitamos para hacer que nuestra vida esté completa, y llena. 

Al final, nosotros mismos somos los protagonistas de nuestra historia y los responsables de  nuestro propio bienestar. 


Referencias:

¿Hablamos?