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Nos encontramos en un momento crítico en el que reina la pérdida, el duelo, la tristeza, el dolor, la incertidumbre, el miedo, la rabia, la ansiedad, la ira, el terror… 

Las grandes inundaciones que han sucedido en Valencia, la DANA, ha dejado a su paso un paisaje desolador. En unas pocas horas cayó el equivalente a un año de lluvia, lo que causó las riadas que han desolado varias de las localidades de Valencia. 

Y con las localidades, la DANA ha arrasado a las personas que conviven en ellas. Se ha llevado a seres queridos, un doloroso desconsuelo para aquellos/as que han sobrevivido. Se ha llevado las viviendas que tanto les ha costado conseguir. Los objetos materiales que hacían de estas casas su hogar. Negocios que con tanta ilusión se emprendieron en un principio. Los vehículos para los que tuvieron que ahorrar. Se ha llevado la sensación de protección, esa que les decía que de suceder algo así, iban a ser arropados y ayudados… E innumerables cosas que aquellos/as que no hemos sufrido de forma directa esas consecuencias… no nos podremos imaginar. 

Por voluntad nos hemos movido como comunidad. Hemos donado aquello que han pedido y que podían necesitar. Mantas, ropa, alimentos, productos de higiene básica, de limpieza, medicamentos, nuestras mismas manos para ayudar a limpiar… 

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Pero… emocionalmente, ¿cómo podemos ayudar a las víctimas de la DANA?

1. Ofrece apoyo práctico para aliviar la carga

Ayuda a limpiar, a realizar gestiones, dona dinero… Es importante que las personas vean que estás ahí. Cualquier carga no se elimina, pero se hace más liviana si tienes una persona al lado que te acompaña activamente. Una casa no se limpia de la misma manera cuando estás solo/a que cuando te ayudan a hacerlo cuatro personas más. 

2. No minimices ni su dolor ni su pérdida

No te agobies si ves que no sabes qué decir. Pocas palabras hay para decir en una situación como esta. El objetivo no es quitarles el dolor, es apoyarles mientras lo transitan. Nada va a hacer desaparecer el sufrimiento en estos momentos, pero el camino se recorre de otra manera si tienes un hombro en el que apoyarte. Valídales y reconóceles. 

Evita expresiones como “tienes que ser fuerte y mirar hacia delante”, “al menos sólo han sido cosas materiales”, “ya se solucionará”… etc, e intenta adaptarlas a expresiones como; “te apoyo”, “debe de ser horrible”, “siento lo que ha pasado, estoy aquí para ayudarte en lo que necesites”… 

3. No invadas mucho su espacio en la conversación


Evita o minimiza las opiniones políticas sobre lo que está pasando. 

Escucha atentamente, de forma activa, y permite que la persona se exprese. No temas los silencios y déjales su justo espacio. Son una parte que está muy presente a la hora de comunicar aquello que nos duele y que por tanto es difícil de hablar. Crea un espacio seguro en ti en el que puedan desahogarse. 

4. Aunque toda ayuda es bienvenida, no la elijas aleatoriamente

Pregunta qué necesitan y cómo puedes ayudar a las personas que están allí, o a aquellos familiares que hayan ido a ayudar. Ellos/as sabrán mejor que nadie qué les es útil y qué no.

5. No presiones a la persona para que hable

No pidas más información o detalles escabrosos. Las personas pueden no estar en el momento de querer hablar de ello, o tal vez ni siquiera quieran, en general. Evita las preguntas incómodas y ofrécete a escuchar sin juicios hasta donde la persona quiera hablar. 

6. NO metas prisa a la persona para que se recupere o “deje de llorar”

No invalides o niegues sus sentimientos con mensajes de ánimo («ya pasó», «hay que seguir adelante», «vamos a pasar página ya»…). No es momento de acelerar el proceso. Cada persona lo transitará durante el tiempo que necesite.No invalides o niegues sus sentimientos con mensajes de ánimo («ya pasó», «hay que seguir adelante», «vamos a pasar página ya»…). No es momento de acelerar el proceso. Cada persona lo transitará durante el tiempo que necesite.

Y por último, pero no por ello menos importante, con respecto a ti, querido/a lector/a, recordarte que la labor de cuidar y apoyar en momentos así es muy difícil, abrumador y en ocasiones agotador. 

No se nos puede olvidar nuestro propio autocuidado:

Ten cuidado ante la exposición continua de las noticias de la DANA. Si notas que el exceso de información te está sobrepasando, ponte pautas y límites. No temas alejarte de ello para desconectar un rato. 

Escúchate, permítete tus tiempos: Si necesitas hablar de otro tema de conversación, pídelo. Si necesitas leer o escuchar sobre otros temas que no sean sobre lo que está pasando, hazlo. Es normal encontrarte en ocasiones con no poder sostener más imágenes, audios, noticias, vídeos… 

No eres mala persona por necesitar apartarte un poco para cuidarte. Está bien.

Y para acabar, hacer un recordatorio de que si eres víctima, ya sea directa o indirecta, de las consecuencias de la DANA, aquí te dejo algunos recursos donde puedes pedir ayuda psicológica gratuita si lo necesitas: 

Intervención psicológica en emergencias y catástrofes de la Universitat Jaume I

opside@uji.es

112

Asociación de psicólogos de emergencias

Psicólogas sin fronteras

Valencia: 960 450 230

O pidiendo cita con nosotros en Més Que Salut, o al 630 659 166.






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¿Qué es el bullying?

Tanto las relaciones como las experiencias que mantenemos con nuestro grupo de iguales son necesarias y contribuyen sobre todo al desarrollo de los niños y adolescentes.

Estas relaciones que mantenemos con los demás nos aportan bienestar, seguridad, y nos ayudan a formar nuestros esquemas sociales, emocionales y cognitivos. Pero, como en cualquier relación que conlleva una interacción con otra persona, también pueden darse conflictos que pueden tener consecuencias positivas o negativas (Lugones y Ramírez, 2017). 

En niños y adolescentes una de esas causas negativas que puede darse y que parece adquirir cada día más relevancia es el Bullying (Lugones y Ramírez, 2017).

Dan Olweus fue el psicólogo que realizó el primer estudio sobre bullying en el ámbito escolar, y quien posteriormente lo definió como: una «conducta de persecución física o psicológica que realiza el alumno o alumna contra otro, al que elige como víctima de repetidos ataques. Esta acción, negativa e intencionada, sitúa a las víctimas en posiciones de las que difícilmente pueden salir por sus propios medios. La continuidad de estas relaciones provoca en las víctimas efectos claramente negativos: disminución de su autoestima, estados de ansiedad e incluso cuadros depresivos, lo que hace difícil su integración en el medio escolar y el desarrollo normal de los aprendizajes» ( Olweus, 1993). 

Por supuesto, desde entonces han surgido muchas otras definiciones sobre el bullying, pero si hay algo indiscutible es que la mayoría de ellas tienen, a grandes rasgos, cuatro características en común: 

  • Es un fenómeno de agresividad injustificada, que aunque pueda darse en mayor o menor medida siempre es violento
  • Puede darse de forma física, verbal, psicológica, social y, más actualmente, mediante ciberbullying
  • Es una situación que hace surgir diferentes roles entre las personas: víctima, agresor, y espectador/es
  • Este acto no sólo produce consecuencias psicológicas y emocionales negativas hacia la víctima, sino también hacia el agresor, y hacia los espectadores, afectando a su calidad de vida, su salud, y bienestar

¿Qué consecuencias puede acarrear?

Centrándonos en este último punto, y en el rol de la víctima, algunas de las consecuencias que puede acarrear sufrir bullying son (López, Soto-Rubio, Rico, 2015): 

  • Disminución en el rendimiento académico y, por ende, aumento de malas notas.
  • Descenso de la motivación.
  • Pensamientos y sentimientos recurrentes de culpa.
  • Bajo autoconcepto y autoestima.
  • Inseguridad.
  • Desconfianza.
  • Aislamiento social y sentimientos de soledad.
  • Ansiedad ante la idea de ir al colegio/instituto/universidad.
  • Depresión.
  • Alteraciones del estado de ánimo y de la conducta.
  • Somatizaciones (dolores físicos, insomnio… ).
  • Ideación suicida o suicidio.

Entre otras. Pudiendo de hecho prolongarse este tipo de consecuencias a largo plazo, en la vida adulta, tanto en nuestro autoconcepto, como a la hora de relacionarnos con los demás. 

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En España, se estima que uno de cada cinco alumnos está implicado en el bullying, como agresor, como víctima, o como observador (Ortega, 1994). Y, en esta misma línea, el informe del Defensor del Pueblo UNICEF (2007) informa que el 5,5% de los estudiantes se consideraban víctimas de este fenómeno, y el 5,4% declaraban ser agresores de otros alumnos de forma cibernética. 

En este mismo informe, también se expone que una cuarta parte de los estudiantes había presenciado acoso o ciberacoso tanto de manera esporádica como de manera prolongada. 

Según otro informe (Cisneros X), la incidencia de la violencia escolar y el acoso escolar en nuestro país es de un 2,4% entre los niños y de un 21,6% entre las niñas, lo que da como resultado un nivel de acoso total escolar a nivel nacional de un 23,3% (Oñate y Piñuel, 2007). 


Son cifras preocupantes y las consecuencias demasiado altas como para que esta problemática pase desapercibida. Por eso, desde Més Que Salut Dénia queríamos animar tanto a padres, como a profesores, y a la propia persona que lo sufre, de que si tras leer este artículo piensan que sus hijos, alumnos puedan estar atravesando una situación así, u os habéis sentido identificados, no dudéis en solicitar ayuda, tanto a las personas de vuestro alrededor que os arropan y os dan apoyo, como a un profesional.

Bibliografía

  • Defensor del pueblo-UNICEF, (2007). Violencia escolar: el maltrato entre iguales en la educación secundaria obligatoria. 1999-2006. Madrid: publicaciones de la oficina del defensor del pueblo.
  • López, L. M., Soto-Rubio, A., y Rico, G. M., (2015). Bullying e Inteligencia Emocional en niños. Revista calidad de vida y salud, 8 (2). 
  • Lugones Botell, M., y Ramírez Bermúdez, M., (2017). Bullying: aspectos históricos, culturales y sus consecuencias para la salud. Revista cubana de medicina general integral, 33 (1), 154-162. 
  • Olweus, D., (1993). Bullies on the playground: The role of victimization. Children on playgrounds. Research perspectives and applications, 85-128. 
  • Oñate, A., y Piñuel, I., (2007). Informe Cisneros X. Acoso y violencia escolar en España. Instituto de Innovación educativa y desarrollo directivo.
  • Ortega, R. (1994). Violencia interpersonal en los centros educativos de enseñanza secundaria. Un estudio sobre maltrato e intimidación entre compañeros. Revista de Educación, 304, 253-280.

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