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Teoría sobre la personalidad

Entre otras cosas, el psicólogo Carl Gustav Jung formuló una teoría sobre la personalidad, en la que en dos de sus extremos, podíamos encontrar la introversión y la extraversión.

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Gráfica en cuyos extremos se encuentran la introversión, y la extraversión, dejando ver diferentes grados entre ellos.

Jung decía que el introvertido suele dirigir su energía hacia “dentro”, y el extrovertido hacia “fuera”. Más allá de lo social, para él la introversión y la extraversión no eran más que diferentes maneras que tienen las personas de reaccionar a la estimulación. Y con estimulación se refería a los fenómenos subjetivos como el pensamiento y la imaginación, o con los objetos externos a uno mismo (lo que hay o lo que pasa a nuestro alrededor). Siendo así, cómo te relaciones con ambas cosas determinaría, para él, si eres introvertido, o extrovertido. Explicado a grandes rasgos.

Las personas introvertidas son las que prefieren explorar su propia vida mental, y las extrovertidas se sienten más estimuladas por lo que sucede a su alrededor. Los dos extremos son opuestos; azul y rojo. Aunque por suerte, en nuestra vida todo es mucho más fluido, y según las diferentes circunstancias vitales que estemos atravesando, podemos movernos entre el resto de porcentajes; celeste, verde, amarillo, o naranja.

La sociedad en la introversión y en la extroversión 🤔

Pero si Jung parecía explicar esto simplemente como un modo de interacción humana tanto con nosotros mismos como con nuestro entorno, ¿en qué momento empezó la sociedad a “recriminar” la introversión y a “animar” la extroversión”?

Hoy en día, fácilmente se asignan palabras a la persona introvertida como aburrida, tímida, miedosa, prudente, pensativa, solitaria… 

¿No te parecen calificativos con una connotación más bien negativa?

Mientras tanto… los que suelen rodear a la persona extrovertida son espontánea, divertida, alegre, aventurera, despreocupada, amigable… 

Con una connotación más bien positiva.

Da la sensación de que un introvertido no puede ser ninguno de los adjetivos que califican a las personas extrovertidas,… y también viceversa. 

No pretendo decir, ni mucho menos, que esto sea una realidad universal y que todo el mundo piense así. Pero tal vez, tras leer esto, os resuenen un poco algunos comentarios en la cabeza. Sobre todo si os identificáis más con un rasgo que con otro.

La sociedad y la introversión📖

La sociedad hoy en día parece valorar ciertas cosas como la sociabilidad, la rapidez para hablar, el carisma, la participación constante cuando quizá nos encontramos en un grupo… lo que puede llegar a hacer sentir a la persona introvertida incomprendida, pues ellas tienden más a observar, escuchar y pensar antes de hablar…

Siendo esta su forma de actuar, a veces se peca de interpretar su silencio como desinterés, apatía, frialdad, o incluso en ocasiones con arrogancia, cuando los introvertidos sencillamente pueden estar centrándose en escuchar e integrar toda la información.

Como mencionaba también al principio de este post, tienen un gran interés por su mundo interior, con lo cual suelen tener una gran profundidad emocional, pero acostumbran a ser algo más reservados al exteriorizarla, lo que a menudo nos puede hacer pecar de verlos como personas que son “difíciles de leer” o distantes emocionalmente hablando.

A parte de todo esto, quizá el gran hándicap para ellos es enfrentarse a la probablemente constante presión para socializar. Esto puede agotar a una persona introvertida, pues para ellos es imprescindible recargar su energía en soledad o en interacciones uno a uno o con poquitas personas, aunque a menudo esto tampoco suele respetarse demasiado, pues a veces parece que es extraño ver que una persona puede disfrutar su tiempo en soledad.

La sociedad y la extroversión🎉

No obstante, y a pesar de que en el penúltimo punto a priori parece que la peor parte se la han llevado los introvertidos, los extrovertidos también tienen que enfrentarse a grandes estigmas y prejuicios en cuanto a su forma de ser (a pesar de que la sociedad parezca valorar más la sociabilidad), como por ejemplo:

A menudo a las personas extrovertidas se las puede tachar de invasivas, superficiales o incluso intensas… sobre todo por las personas más reservadas. Cuando en realidad su forma de actuar es guiada más bien desde el entusiasmo y la energía. Esta asociación injusta con la superficialidad parece asociarse directamente con la incapacidad para tener conversaciones profundas o momentos de introspección, algo que en realidad pueden hacer, aunque quizá vaya más ligado con el hacerlo a través de los demás.

Acostumbran a tener una necesidad más alta de hablar e interactuar con los demás. Pueden llegar a pensar en voz alta o incluso a procesar ideas mediante el diálogo, algo que puede ser visto como impulsividad, falta de filtro, o incapacidad de respetar los silencios.

Esta misma necesidad de hablar y socializar a menudo va acompañada de prejuicios como “quieren llamar la atención”, o “no saben estar solos”, cuando de la misma manera que una persona introvertida necesita la soledad para “recargar la pila”, las personas extrovertidas necesitan la estimulación externa para recargar la suya y equilibrarse emocionalmente.

Dicho todo esto, además su comportamiento va más dirigido a proponer planes, conversar con entusiasmo o tratar de animar a los demás, y a veces, si los demás no responden de la misma forma, y además hay algo de prejuicio de por medio, pueden llegar a experimentar una sensación de soledad (incluso rodeados de gente).

Ni comparar, ni diferenciar🫂

No obstante, el objetivo de este post no es hacer mayor la distinción entre unos y otros, como tampoco lo es comparar. Sino intentar hacer un llamamiento a la comprensión desde la breve exposición de que al final todos, seamos como seamos, tenemos nuestras historias, nuestras heridas… , y podemos sentirnos incomprendidos por ciertas cosas.

Siendo esto así, suena bien trabajar el no juzgar, y fomentar la idea de que todos podemos aprender de todos, pues al final no es bueno mantenernos en los extremos. Así que tal vez el introvertido puede aprender grandes cosas del extrovertido, del mismo modo que el extrovertido puede aprender grandes cosas del introvertido.

Si te has sentido identificado/a con algo de lo escrito en este post, o hay algo que te genere malestar, no dudes en pedir ayuda. Estamos aquí para ayudarte.

cuidado de la salud mental del cerebro humano vector premium

Es una buena pregunta. Tal vez tan buena como compleja. Y a pesar de que es difícil de responder, al menos me gustaría aportar ciertas creencias realistas acerca de qué es la terapia, o qué puedo esperar de ella, porque cuanto más avanzo profesionalmente, y cuánto más me relaciono con los demás, más voy descubriendo que no todo el mundo conoce exactamente todo lo que implica la terapia. 

Para ello empezaré utilizando una experiencia profesional (aunque evidentemente sin contar explícitamente lo sucedido ni aportar ningún dato descriptivo sobre las personas implicadas):

El valiente inicio💪

Aún recuerdo el momento en el que “X” llegó a la consulta. Era la primera sesión. Cuando apareció por primera vez ante mi puerta ya estaba llorando, y la invité a sentarse en el sofá. Una de las primeras cosas que me dijo fue: “no quiero estar aquí, vengo porque me lo ha recomendado mi pareja”, y aclaró: “pero es que venir a terapia es muy difícil”. 

A lo que yo le respondí: “Tienes razón, venir a terapia es muy difícil. Es duro hablar sobre aquello que nos hace daño. Se remueven ciertas cosas, y eso es doloroso”. 🫂

Ella, al sentirse validada y comprendida, sonrió mientras lloraba, y me dijo: “Es verdad. Como si abrir el cajón de mierda fuera fácil”. 

Y no, no lo es. Y “X”, que se ha enfrentado a cosas muy duras, lo sabía bien. 

Ese proceso de “abrir el cajón”, aplicado a las cosas que te han hecho daño (y que probablemente actualmente también te hacen) en tu vida, es bastante complicado, doloroso y está lleno de altibajos. No es en absoluto un proceso lineal y que “sólo va cuesta arriba”📈, aunque evidentemente también tiene sus momentos de calma, celebración y refuerzo🥳, que son muy importantes. 

Se necesita, entre otras cosas, trabajo, tiempo, paciencia, compromiso y confianza en el proceso. 

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De la misma forma que cuando plantamos una semilla no esperamos que la planta o el árbol crezca al día siguiente, no es realista pensar que la terapia va a solucionarlo todo en cuestión de días.

Por todo ello, ¿que puedo esperar entonces, desde unas creencias realistas, de la terapia?🤔

Creencias realistas

▫️En terapia, lo más probable es que no consigas respuestas rotundas y decisivas en las primeras sesiones 

▫️No se suele hacer un “click” inmediato con el/la terapeuta. De hecho, construirás una relación de confianza a través del paso del tiempo y el trabajo continuo (como en cualquier otra relación), en lugar de que pase de repente nada más conoceros 

▫️No habrá soluciones rápidas ni transformaciones radicales de un día para otro

▫️No todas las sesiones estarán llenas de emociones profundas y descubrimientos intensos

▫️A veces te pasará que entres a sesión pensando que no tienes nada de qué hablar (algo totalmente válido, que no es un motivo para faltar, y que te permitirá ahondar en otros aspectos) 

▫️Unos días hablarás de temas dolorosos y complejos, y otros harás un resumen de tus últimas semanas y logros

▫️En alguna ocasión saldrá un tema muy importante en los últimos minutos de sesión y sí, lo más normal es que oigas a tu terapeuta decir que: “lo profundizaréis mejor en la siguiente sesión”

▫️Aunque no te resulte agradable, la terapia también conlleva que tu terapeuta te confronte con amabilidad, y te motive a tener más iniciativa y responsabilidad sobre tus problemas  (a pesar de que eso te asuste)

▫️Lo más habitual en terapia es que se produzca un proceso lento con saltos grandes de vez en cuando 

▫️Aprenderás habilidades y maneras de ver la vida y a ti mismo/a que te acompañarán para siempre, lo cual no quiere decir que nunca más vayas a estar mal (porque huir del dolor de la vida es inevitable y de hecho ese tampoco es el objetivo) 

▫️Estas habilidades y maneras de ver la vida y a ti mismo/a será algo que tengas que trabajar, practicar y automatizar tu (y solo tu). Ni tu terapeuta, ni tus personas cercanas e importantes lo pueden hacer por ti 

▫️En el proceso, el/la terapeuta probablemente te mandará actividades complementarias a la terapia para realizar en casa, que son importantes para continuar avanzando en tu proceso 

▫️Relacionado con lo anterior, en la terapia tendrás un papel activo de tu terapeuta, pero también se necesitará un papel activo por tu parte: tendrás que estar dispuesto/a a evaluar tus comportamientos de un modo objetivo y tener una actitud abierta a cambiar y/o modificar ciertas costumbres 

▫️Sí, en terapia te darás cuenta de que tu terapeuta no tiene poderes para quitarte el malestar con un chasquido de dedos, pero sí tiene los conocimientos como para ayudarte a implantar hábitos sanos en tu día a día que te ayuden a recuperarte de una manera eficaz, y a afrontar de manera diferente los futuros reveses de la vida 

▫️En ningún caso te sentirás juzgado/a por tu terapeuta, y si es así, puedes cambiar de profesional (aquí lo importante eres tu, y tu proceso) 

▫️Te encontrarás teniendo que tomar tú las decisiones, porque el o la profesional no lo hará por ti, sólo te ayudará a tomarlas de un modo responsable 

Pedir ayuda

La psicología, a pesar de ser una ciencia reciente, ha demostrado numerosos avances y éxitos. Sin embargo, todavía existen muchas creencias irracionales, desconocimiento o muchos mitos en torno a la terapia y a los psicólogos, de ahí el motivo de escribir esta entrada. Por no hablar de que, tal y como he mencionado anteriormente, ir a terapia conlleva un trabajo autónomo del que normalmente no somos conscientes.

Son muchas las personas que en algún momento de sus vidas necesitan acudir a un psicólogo/a, por lo que es importante normalizarlo cada vez más. Cuando nos encontramos mal, ir al psicólogo/a es una decisión acertada, responsable, y una muestra de amor propio. 

Si sientes que estás en una situación similar, no dudes en ponerte en contacto con nosotros. 🫂

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¿Esto te resulta familiar?

Un sábado por la noche decides quedarte en casa después de una agotadora semana porque te apetece descansar. Quieres ver una peli o serie que te guste, o leer, hacerte una cena rica, o quedar máximo con una persona en casa para estar en un ambiente tranquilo. A pesar de que tus amigos/as te hayan dicho de salir. 

Lo estás disfrutando. Pero imagina ahora que, en algún momento, coges tu móvil, y te metes en redes sociales. Entonces ves que tus amigos/as han ido a algún bar que te gusta mucho, un pub donde sueles divertirte, o en definitiva, han hecho algún plan que te llama la atención, y además da la sensación de que se están divirtiendo bastante. 

En ese momento empiezas a sentir un poco de ansiedad. También inseguridad sobre si has escogido bien a pesar de que necesitaras descansar. Te empiezas a machacar pensando que tendrías que haber ido, que te has perdido ese plan, que no estás compartiendo eso con tus amigos/as… etcétera. 

Esto, ha sido denominado FOMO.

Y, ¿qué es el FOMO?

El FOMO (Fear Of Missing Out) por sus siglas en inglés, es el “miedo a quedarse fuera” o “miedo a perderse algo”, y está altamente relacionado con el uso que hacemos de las redes sociales, que entre otras cosas, han despertado en nosotros la necesidad de estar continuamente conectados, viendo, hablando, compartiendo, participando… para evitar perdernos algo, un comportamiento que ha aumentado los niveles de ansiedad. 

Al final el FOMO, a pesar de que es un término relativamente nuevo, primitivamente hablando no es más que el miedo a la exclusión, al rechazo, a no pertenecer a un grupo. Un miedo que está intrínseco en el ser humano, porque somos seres sociales. 

Solo que al introducir las nuevas tecnologías tenemos acceso a una información constante tanto del resto de personas como de qué están haciendo.

Ahora bien, ¿cómo nos afecta entonces en este miedo intrínseco añadir algo como las redes sociales?

¿Cómo puede afectarnos el FOMO y las redes sociales?

  • Puede generar un uso descontrolado de las nuevas tecnologías, por la necesidad de estar constantemente conectados/as y actualizados/as
  • Ansiedad al estar separados del móvil, perdernos algún plan, no poder compartir algo de lo que estamos haciendo, no tener batería,… etc. 
  • Un aumento de la comparación negativa con los demás y sus vidas
  • Una insatisfacción constante tanto con nosotros/as mismos/as como con nuestra vida 
  • Problemas de autoestima 
  • Sobrecarga de actividades en el día para poder estar en todo, con el consecuente cansancio de “correr de un lado a otro”
  • Dificultad para elegir unos planes antes que otros
  • Un incremento de la sensación de exclusión, aislamiento y soledad
  • Disminución de las habilidades sociales y de la interacción con los demás de forma física, presencial, sin una pantalla de por medio
  • Problemas de concentración
  • Aumento del estrés
  • Inquietud 
  • Problemas de sueño
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La realidad de las redes

Ante esto, es importante recordar que cuando entro en redes sociales, lo que normalmente encuentro son los lugares o paisajes más impresionantes, los planes más divertidos, los barcos en la playa en verano, los viajes más extraordinarios, los mejores amigos, los triunfos…,. En conclusión, las imágenes más positivas. Como si la parte desagradable de la vida se suprimiese. Prácticamente nadie sube fotos llorando, la tristeza ante la ruptura con la pareja, la ansiedad al buscar trabajo, la discusión con un familiar, el conflicto con un amigo… Es más, cuando se ha dado el caso de que alguien lo ha hecho, ha producido cierta incomodidad o incluso ha sido juzgado. 

Por eso, hay que tener en cuenta que las cosas que vemos en redes sociales son pequeños fragmentos de la vida de alguien, no la totalidad, y además, a menudo, son momentos que están embellecidos, pasados por filtros, idealizados… Algo que está bastante alejado de la realidad, y la cotidianidad que acompaña realmente a nuestro día a día. 

¿Cómo podemos regular esto?

Tenemos que asimilar que cuando estoy eligiendo una opción, eso inevitablemente me lleva a “des-elegir” otra. Parece una tontería, pero la exposición a tanta información nos hace pensar que hay tanto “a nuestro alcance” que no queremos perdernos nada.

Pero esto es imposible. Vamos a perdernos muchas cosas en la vida, porque la única manera de no hacerlo sería aumentar las horas que tiene un día, o dividirnos en dos, y esas dos opciones, como sabréis, son inviables. Por no hablar de que si intento estar en todo y en todas partes sin que ninguna de estas dos opciones surrealistas me acompañe, vamos a acabar exhaustos y no vamos a disfrutar ni siquiera de los planes que se supone que están destinados para el ocio y a recargar nuestra energía. Seguro que muchas personas se sienten identificadas con esto último.

La importancia radica en aprender a gestionar esto para que la exposición a tanta información no nos genere ese nivel de ansiedad. Como prácticamente la mayoría de cosas, es complicado y difícil, pero no imposible. 

Podemos aprender a hacer poco a poco un uso responsable de las redes sociales. No podemos eliminarlas, forman parte de nuestra vida y de nuestra manera de relacionarlos, pero la terapia te ayuda y te enseña a regularlas, hacer un uso, como ya he mencionado antes, más responsable y racional, a crear hábitos más moderados, ponernos límites a nosotros mismos, y a conectar con el momento presente, nuestro entorno, y con esa vida alejada de las pantallas que hay que vivir. 

Si crees que necesitas ayuda, por favor, no dudes en contactar con nosotros:

  • Correo electrónico: claudiajimenez.psicologia@gmail.com / visesen@gmail.com
  • Teléfono: 630 659 166
  • Nuestra página web: https://mesquesalut.info/
Bibliografía

Soriano-Sánchez, J. G. (2022). Factores psicológicos y consecuencias del Síndrome Fear of Missing Out: Una Revisión Sistemática. Journal of Psychology & Education/Revista de Psicología y Educación, 17 (1).

Pérez-Elizondo, A.D. (2020). ¿Qué es el síndrome FOMO? Psicología.com, 24.

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“¿Cómo?”

Tal vez esta sea la pregunta que más resuena en nuestras cabezas cuando leemos un título como este. 

“¿Cómo pudo pasarme a mi?, “¿cómo no vi las señales?”, “¿cómo pude permitirlo?”, “¿cómo no supe pararlo?”, “¿cómo no pude salir de ahí?”, “¿cómo no me di cuenta?”… O incluso “¿cómo puede mi amigo/a permanecer ahí si no dejo de repetírselo?”, “¿no se da cuenta?”, “¿cómo no me hace caso?”, “¿cómo no lo ve?” 

Lo cierto es que, cuando vemos o sufrimos maltrato psicológico o emocional, pocas cosas dependen de nosotros: Lo que quiero decir con esto es que puede pasarle a tu amigo, a tu amiga, a un/a compañero/a de trabajo, del colegio, instituto, universidad, a un familiar, a tu vecino/a, puede pasarte a ti, y también puede pasarme a mi. 

Es un proceso paulatino. Lento. Su comienzo no es visible ni notable: Normalmente no continuamos conociendo a una persona cuya presentación ya es darnos un pellizco. 

Conocemos a una persona que nos agrada, que nos da valor, que hace que nos sintamos bien, nos hace sentirnos queridos/as, y es entonces cuando empiezan a aparecer, espaciados en el tiempo, pequeños pellizcos que te hacen daño. A lo mejor te hacen dudar de ti, perder tu autonomía, tu capacidad de decisión, te descolocan, no se comunican contigo… entre otras cosas.  

“Pero luego se disculpa, o no es para tanto, a lo mejor lo estoy exagerando y no está sucediendo de esta manera, puedo estar interpretándolo mal, también yo podría haber dicho/hecho esto de otra forma, ha tenido un detalle bonito, no es tan grave…” 

Todavía estoy en proceso de ubicar lo que pasa: no lo entiendo. Intento comprender. Empatizar. Ponerme en el lugar de la otra persona. No he tenido tiempo de gestionar nada, o de preguntarme si es esto lo que merezco y quiero, si está bien, porque ha reaccionado así como consecuencia de una determinada situación, ahora estamos bien, y tampoco se da en tantas ocasiones. 

Entonces los pellizcos empiezan a ser un poco más dolorosos, grandes, y repetidos en el tiempo. 

Ya hemos perdido la capacidad de preguntarnos qué necesitamos, porque todo ha comenzado a girar en torno a qué puede necesitar la otra persona. Cómo puedo complacerla. Hemos pasado de ir relajados/as a ir con pies de plomo. Por si acaso. 

No ves un entorno seguro en la otra persona. A menudo nos sentimos ignorados/as, menospreciados/as, invalidados/as, rechazados/as, nos despierta inseguridad, marca nuestras debilidades, existe una importante falta de comunicación y afecto, se nos juzga y critica, se nos ignora  … etcétera. Empiezo a tener miedo a este tipo de sentimientos, o mejor dicho, a que me haga sentir así.

Y lo peor de todo… es que este proceso, del que sólo he dado pinceladas, ha sucedido sin que nos hayamos dado cuenta.

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¿Qué hace que sea tan importante?

A lo largo de estos últimos años, el abuso o maltrato psicológico ha ido adquiriendo más fuerza y atención y, por ende, ha comenzado a identificarse como un tipo de violencia diferenciada y concreta por varias razones que os expongo a continuación (Almendros, Gámez-Guadix, Carrobles, Rodríguez-Carballeira y Porrúa, 2009).

La primera es que el abuso psicológico se ha convertido en un importante predictor de la violencia física, ya que se comprobó que en pocas ocasiones el segundo se da sin la presencia del primero, lo que podría ayudar enormemente a proponer estrategias de identificación y prevención (Almendros, Gámez-Guadix, Carrobles, Rodríguez-Carballeira y Porrúa, 2009).

En segundo lugar, diversos estudios evidenciaron que el impacto en el bienestar y la salud mental de la víctima es equiparable al provocado por el abuso físico (O’Leary, 1999).

Por otra parte, las investigaciones sugieren que el maltrato psicológico es más persistente en el tiempo que otras formas de abuso (Almendros, Gámez-Guadix, Carrobles, Rodríguez-Carballeira y Porrúa, 2009).

Aunque también sería importante tener variables en cuenta como la intensidad o la gravedad, la frecuencia con que se da y la cronicidad a esa exposición (Borjesson, Aarons y Dunn, 2003).

Y, por último, se ha visto que este tipo de maltrato podría ejercer una gran influencia en la percepción que tiene la víctima sobre la relación (culpabilidad, hace las cosas mal, no encontrará nadie mejor…), influyendo de esta manera en la decisión que conlleva abandonar o no la situación abusiva (Almendros, Gámez-Guadix, Carrobles, Rodríguez-Carballeira y Porrúa, 2009).

De hecho, se ha relacionado positivamente este maltrato con el desarrollo de dependencia emocional (Martín y de la Villa Moral, 2019).

Pero, ¿qué es exactamente el maltrato psicológico?

Aunque no hay una revisión clara y concisa por la cantidad de diferentes conductas y emociones que engloban este fenómeno, hay una serie de elementos que se repiten a menudo en la mayoría de investigaciones y que son los más recurrentes: insultos, amenazas, celos, aislamiento, chantaje, actos simbólicos o literales de violencia, conductas de dominación, rechazo, y humillación (Almendros, Gámez-Guadix, Carrobles, Rodríguez-Carballeira y Porrúa, 2009).

Teniendo en cuenta esto, podríamos definir el maltrato psicológico como: “una serie de acciones con intencionalidad, verbal o simbólica, a través de las cuales se pretende generar un daño psicológico y emocional en la otra persona” (Sauceda y Maldonado, 2016).

Que además puede provocar afectaciones en su desarrollo normal ya que las constantes invalidaciones hacia el ser humano víctima de ello van a generar dificultades en el establecimiento de relaciones interpersonales y desempeño adecuado en sus otras áreas de vida. Es común que el maltrato psicológico venga acompañado también de otros componentes de abuso, como físico o sexual, pero esto no es indispensable, ya que puede presentarse de manera independiente (García, Irurtia, Caballo y del Mar Díaz, 2011). 

Si bien es cierto que el maltrato psicológico ha sido más estudiado en situaciones o poblaciones concretas yo, como habéis podido comprobar, en este relato no he especificado géneros. Tampoco rango de edad o población. Y el motivo es que, como bien he recalcado al principio, puede pasarnos a todos sin que seamos conscientes de lo que está sucediendo. Ya sea en relaciones románticas, de amistad, o familiar.

Las consecuencias de sufrir o haber sufrido maltrato psicológico pueden ser muy perjudiciales. Si crees que te puede estar pasando, te ha pasado, o una persona de tu alrededor puede estar atravesando una situación de este tipo, no dudes en pedir ayuda

Bibliografía

Almendros, C., Gámez-Guadix, M., Carrobles, J. A., Rodríguez-Carballeira, Á., & Porrúa, C. (2009). Abuso psicológico en la pareja: aportaciones recientes, concepto y medición. Psicología Conductual, 17(3), 433-451.

Borjesson, W. I., Aarons, G. A. y Dunn, M. E. (2003). Development and confirmatory factor analysis of the Abuse Within Intimate Relationship Scale. Journal of Interpersonal Violence, 18, 295-309.

García, L., Irurtia, M., Caballo, V y del Mar Díaz (2011). Ansiedad social y abuso psicológico. Psicología conductual, 19(1), 223.

Martín, B., y de la Villa Moral, M. (2019). Relación entre dependencia emocional y maltrato psicológico en forma de victimización y agresión en jóvenes. Revista iberoamericana de psicología y salud, 10(2).

O’Leary, K. D. (1999). Psychological abuse: a variable deserving critical attention in domestic violence. Violence & Victims, 14, 3-23.

Sauceda, y Maldonado. (2016). El abuso psicológico al niño en la familia. Revista de la Facultad de Medicina (México), 59(5), 15-25. ç

Reestructuración cognitiva

¿Qué es?

La Reestructuración Cognitiva es la técnica psicológica mediante la cual el terapeuta se centra en la modificación de aquellos pensamientos o creencias desadaptativas que han sido aprendidas por la persona por otras más sanas y adaptativas, que tengan por objetivo reducir el malestar emocional provocado.

Más concretamente explicado, los pensamientos serán considerados tanto por el terapeuta como por el paciente como hipótesis, y ambos tendrán que recabar datos que autentifiquen o desmientan estas mismas (Bados y García, 2010). 

La base de la reestructuración cognitiva se sustenta en tres supuestos básicos (Bados y García, 2010): 

  1. La interpretación por parte de las personas de aquellos acontecimientos que nos suceden en nuestro día a día está directamente relacionada con la forma en cómo nos sentimos y por ende en que actuamos. No es lo mismo quedar por primera vez con una persona que nos atrae, y pensar al ver que se retrasa media hora que nos ha dejado plantados o que no le interesamos, a pensar que probablemente haya surgido algún imprevisto que haya provocado el retraso y que es mejor llamar para salir de dudas.
    La situación es la misma, y sin embargo impresiona lo diferentes que pueden ser las emociones que surgen en nosotros según si percibimos la situación de una manera o de otra. 
  2. El psicólogo es capaz, mediante sus herramientas y su experiencia, de ayudar a la persona a identificar esta clase de pensamientos dolorosos, que a veces son conscientes y otras son completamente automáticas. 
  3. Existe la posibilidad, con el trabajo y dedicación de ambos, de readaptar las cogniciones de la persona a otras más sanas. 

La gran mayoría de nosotros tenemos un esquema o estructura cognitivos. Son individuales, personales y diferentes entre cada persona. Se tratan de nuestros pensamientos y nuestra forma de interpretar. Ya sea por aprendizaje externo y transmitido, o por el aprendizaje interno que hemos realizado de circunstancias vividas. En su formación influyen además una serie de variables como: situacionales, fisiológicas, emocionales, y conductuales junto con el significado que representa todo ello para la persona (Bados y García, 2010). 

Estos esquemas cognitivos determinan la forma en la que vemos las cosas, dado que moldean aquello a lo que atendemos, prestamos más atención, recordamos y valoramos (Bennett-Levy, Westbrook et al., 2004). 

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Reestructuración cognitiva.

Además, el objetivo de la reestructuración cognitiva no es la invalidación total de las emociones. Sabemos que las emociones tienen su función y quieren decirnos algo, no obstante, dentro de un equilibrio. La reestructuración se enfoca en aquellos pensamientos que hacen que una emoción se vuelva desmedida, hasta el punto de resultar dañina para la persona (Bados y García, 2010). 

Beneficios

Por lo tanto, algunos de los beneficios que puede proporcionarnos acudir a terapia para trabajar nuestros pensamientos son (Bados y García, 2010):

  • Aprender a identificar qué tipo de cogniciones inconscientes te están haciendo daño, y están impidiendo que lleves una vida plena.
  • Comprender el impacto que éstas están teniendo en ti tanto emocional como conductualmente.
  • Readaptar la forma de ver tus pensamientos de modo que sean algo discutible y que hay que verificar, en lugar de verlos como una verdad absoluta.
  • Modificar este tipo de pensamientos y reemplazarlos por otros más adaptativos que te lleven a conseguir un cambio tanto emocional como conductual más sano.

Si crees que te mueves a través de ciertos pensamientos que te están provocando malestar y piensas que necesitas ayuda, no dudes en contactar con algún profesional.

Bibliografía

  • Bados López, A., y García Grau, E. (2010). La técnica de la reestructuración cognitiva. Universidad de Barcelona.
  • Bennett-Levy, J., Westbrook, D., Fennell, M., Cooper, M., Rof, K. y Hackmann, A. (2004). Behavioural experiments: historical and conceptual underpinnings. Oxford guide to behavioural experiments in cognitive therapy (pp. 1-20). Oxford: Oxford University Press.
mental health

Nota: Este post aparece hoy no por error. Dicen que “en casa del herrero cuchillo de palo”. No es el caso. No pude sacarlo antes porque precisamente, estaba cuidando mi propia salud mental. Estoy segura de que sabréis entenderlo ¡gracias!

Hoy, 10 de octubre, queríamos celebrar el Día Mundial de la Salud Mental, ¿y qué mejor forma de hacerlo que ofrecerte unas pautas para el autocuidado del día a día?

La celebración del Día Mundial de la Salud Mental el 10 de octubre es una iniciativa de la Federación Mundial de la Salud Mental (WFMH, en sus siglas en inglés).

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, fundada en 1948), la salud mental “es un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad. Es parte fundamental de la salud y el bienestar que sustenta nuestras capacidades individuales y colectivas para tomar decisiones, establecer relaciones y dar forma al mundo en el que vivimos.

La salud mental es, además, un derecho humano fundamental. Y un elemento esencial para el desarrollo personal, comunitario y socioeconómico. Es más que la mera ausencia de trastornos mentales. Se da en un proceso complejo, que cada persona experimenta de una manera diferente, con diversos grados de dificultad y angustia y resultados sociales y clínicos que pueden ser muy diferentes”.

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Autocuidado.

¿Qué cosas puedo hacer para tener en cuenta y cuidar mi salud mental?

1. Cuida tu salud física

Cuidar de tu salud física tiene un impacto muy positivo en tu mente y en tu cuerpo. Aliméntate bien, haz ejercicio físico, cuida las tensiones, contracturas o dolores que puedas sentir en tu cuerpo, realiza alguna actividad física que te guste, que te haga desconectar, y que recargue tu energía y refuerce el autocuidado.

2. Haz cosas que te gratifiquen y produzcan bienestar

Parece simple y evidente, pero en un mundo como este, donde nos gobiernan las prisas y el estrés, a veces se nos olvida dedicarnos esos momentos de paz, tranquilidad, y de autocuidado. Escucha a tu cuerpo y a ti mismo/a. Reflexiona más acerca de aquello que necesitas hacer, en lugar de aquello que crees que deberías hacer.

3. Conecta con tus seres queridos

Permítete escuchar y ser escuchado, abrazar y ser abrazado, apoyar y ser apoyado…

Permítete construir relaciones sanas, donde exista una responsabilidad afectiva que se de por ambas partes.

Acércate a esas personas que sientes que dan bienestar a tu vida, y no temas alejarte de aquellas que perturban y desequilibran esa tranquilidad.

4. Identifica y valida tus emociones

No niegues ni bloquees tus emociones. No las reprimas, no huyas de ellas… No te exijas tener que estar bien, ni tener que poder con todo día a día, y continuamente. Es agotador, e imposible.

Comprender y expresar cómo te sientes es muy importante. Todas las emociones son válidas y surgen para decirte algo.

Apóyate, acompáñate, y sé comprensivo contigo mismo/a.

Practica la asertividad. Sé amable contigo mismo/a, y con los demás. Gestionar las emociones de manera adecuada es un factor significativo del autocuidado.

5. Resalta las cosas buenas y no sólo las malas

Equilibra el peso. Normalmente le damos más importancia o prestamos más atención a las cosas negativas que a las cosas positivas que nos suceden o hacemos.

Un autocuidado eficaz comporta tener en cuenta el agradecimiento.

“Aunque no todos los días sean buenos, podemos encontrar algo bueno todos los días”.

Si crees que necesitas ayuda para cuidar de tu salud mental, no dudes en contactarnos.

Ramírez, W., Vinaccia, S., & Gustavo, R. S. (2004). El impacto de la actividad física y el deporte sobre la salud, la cognición, la socialización y el rendimiento académico: una revisión teórica. Revista de estudios sociales, (18), 67-75.

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