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“¿Cómo?”

Tal vez esta sea la pregunta que más resuena en nuestras cabezas cuando leemos un título como este. 

“¿Cómo pudo pasarme a mi?, “¿cómo no vi las señales?”, “¿cómo pude permitirlo?”, “¿cómo no supe pararlo?”, “¿cómo no pude salir de ahí?”, “¿cómo no me di cuenta?”… O incluso “¿cómo puede mi amigo/a permanecer ahí si no dejo de repetírselo?”, “¿no se da cuenta?”, “¿cómo no me hace caso?”, “¿cómo no lo ve?” 

Lo cierto es que, cuando vemos o sufrimos maltrato psicológico o emocional, pocas cosas dependen de nosotros: Lo que quiero decir con esto es que puede pasarle a tu amigo, a tu amiga, a un/a compañero/a de trabajo, del colegio, instituto, universidad, a un familiar, a tu vecino/a, puede pasarte a ti, y también puede pasarme a mi. 

Es un proceso paulatino. Lento. Su comienzo no es visible ni notable: Normalmente no continuamos conociendo a una persona cuya presentación ya es darnos un pellizco. 

Conocemos a una persona que nos agrada, que nos da valor, que hace que nos sintamos bien, nos hace sentirnos queridos/as, y es entonces cuando empiezan a aparecer, espaciados en el tiempo, pequeños pellizcos que te hacen daño. A lo mejor te hacen dudar de ti, perder tu autonomía, tu capacidad de decisión, te descolocan, no se comunican contigo… entre otras cosas.  

“Pero luego se disculpa, o no es para tanto, a lo mejor lo estoy exagerando y no está sucediendo de esta manera, puedo estar interpretándolo mal, también yo podría haber dicho/hecho esto de otra forma, ha tenido un detalle bonito, no es tan grave…” 

Todavía estoy en proceso de ubicar lo que pasa: no lo entiendo. Intento comprender. Empatizar. Ponerme en el lugar de la otra persona. No he tenido tiempo de gestionar nada, o de preguntarme si es esto lo que merezco y quiero, si está bien, porque ha reaccionado así como consecuencia de una determinada situación, ahora estamos bien, y tampoco se da en tantas ocasiones. 

Entonces los pellizcos empiezan a ser un poco más dolorosos, grandes, y repetidos en el tiempo. 

Ya hemos perdido la capacidad de preguntarnos qué necesitamos, porque todo ha comenzado a girar en torno a qué puede necesitar la otra persona. Cómo puedo complacerla. Hemos pasado de ir relajados/as a ir con pies de plomo. Por si acaso. 

No ves un entorno seguro en la otra persona. A menudo nos sentimos ignorados/as, menospreciados/as, invalidados/as, rechazados/as, nos despierta inseguridad, marca nuestras debilidades, existe una importante falta de comunicación y afecto, se nos juzga y critica, se nos ignora  … etcétera. Empiezo a tener miedo a este tipo de sentimientos, o mejor dicho, a que me haga sentir así.

Y lo peor de todo… es que este proceso, del que sólo he dado pinceladas, ha sucedido sin que nos hayamos dado cuenta.

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¿Qué hace que sea tan importante?

A lo largo de estos últimos años, el abuso o maltrato psicológico ha ido adquiriendo más fuerza y atención y, por ende, ha comenzado a identificarse como un tipo de violencia diferenciada y concreta por varias razones que os expongo a continuación (Almendros, Gámez-Guadix, Carrobles, Rodríguez-Carballeira y Porrúa, 2009).

La primera es que el abuso psicológico se ha convertido en un importante predictor de la violencia física, ya que se comprobó que en pocas ocasiones el segundo se da sin la presencia del primero, lo que podría ayudar enormemente a proponer estrategias de identificación y prevención (Almendros, Gámez-Guadix, Carrobles, Rodríguez-Carballeira y Porrúa, 2009).

En segundo lugar, diversos estudios evidenciaron que el impacto en el bienestar y la salud mental de la víctima es equiparable al provocado por el abuso físico (O’Leary, 1999).

Por otra parte, las investigaciones sugieren que el maltrato psicológico es más persistente en el tiempo que otras formas de abuso (Almendros, Gámez-Guadix, Carrobles, Rodríguez-Carballeira y Porrúa, 2009).

Aunque también sería importante tener variables en cuenta como la intensidad o la gravedad, la frecuencia con que se da y la cronicidad a esa exposición (Borjesson, Aarons y Dunn, 2003).

Y, por último, se ha visto que este tipo de maltrato podría ejercer una gran influencia en la percepción que tiene la víctima sobre la relación (culpabilidad, hace las cosas mal, no encontrará nadie mejor…), influyendo de esta manera en la decisión que conlleva abandonar o no la situación abusiva (Almendros, Gámez-Guadix, Carrobles, Rodríguez-Carballeira y Porrúa, 2009).

De hecho, se ha relacionado positivamente este maltrato con el desarrollo de dependencia emocional (Martín y de la Villa Moral, 2019).

Pero, ¿qué es exactamente el maltrato psicológico?

Aunque no hay una revisión clara y concisa por la cantidad de diferentes conductas y emociones que engloban este fenómeno, hay una serie de elementos que se repiten a menudo en la mayoría de investigaciones y que son los más recurrentes: insultos, amenazas, celos, aislamiento, chantaje, actos simbólicos o literales de violencia, conductas de dominación, rechazo, y humillación (Almendros, Gámez-Guadix, Carrobles, Rodríguez-Carballeira y Porrúa, 2009).

Teniendo en cuenta esto, podríamos definir el maltrato psicológico como: “una serie de acciones con intencionalidad, verbal o simbólica, a través de las cuales se pretende generar un daño psicológico y emocional en la otra persona” (Sauceda y Maldonado, 2016).

Que además puede provocar afectaciones en su desarrollo normal ya que las constantes invalidaciones hacia el ser humano víctima de ello van a generar dificultades en el establecimiento de relaciones interpersonales y desempeño adecuado en sus otras áreas de vida. Es común que el maltrato psicológico venga acompañado también de otros componentes de abuso, como físico o sexual, pero esto no es indispensable, ya que puede presentarse de manera independiente (García, Irurtia, Caballo y del Mar Díaz, 2011). 

Si bien es cierto que el maltrato psicológico ha sido más estudiado en situaciones o poblaciones concretas yo, como habéis podido comprobar, en este relato no he especificado géneros. Tampoco rango de edad o población. Y el motivo es que, como bien he recalcado al principio, puede pasarnos a todos sin que seamos conscientes de lo que está sucediendo. Ya sea en relaciones románticas, de amistad, o familiar.

Las consecuencias de sufrir o haber sufrido maltrato psicológico pueden ser muy perjudiciales. Si crees que te puede estar pasando, te ha pasado, o una persona de tu alrededor puede estar atravesando una situación de este tipo, no dudes en pedir ayuda

Bibliografía

Almendros, C., Gámez-Guadix, M., Carrobles, J. A., Rodríguez-Carballeira, Á., & Porrúa, C. (2009). Abuso psicológico en la pareja: aportaciones recientes, concepto y medición. Psicología Conductual, 17(3), 433-451.

Borjesson, W. I., Aarons, G. A. y Dunn, M. E. (2003). Development and confirmatory factor analysis of the Abuse Within Intimate Relationship Scale. Journal of Interpersonal Violence, 18, 295-309.

García, L., Irurtia, M., Caballo, V y del Mar Díaz (2011). Ansiedad social y abuso psicológico. Psicología conductual, 19(1), 223.

Martín, B., y de la Villa Moral, M. (2019). Relación entre dependencia emocional y maltrato psicológico en forma de victimización y agresión en jóvenes. Revista iberoamericana de psicología y salud, 10(2).

O’Leary, K. D. (1999). Psychological abuse: a variable deserving critical attention in domestic violence. Violence & Victims, 14, 3-23.

Sauceda, y Maldonado. (2016). El abuso psicológico al niño en la familia. Revista de la Facultad de Medicina (México), 59(5), 15-25. ç

Reestructuración cognitiva

¿Qué es?

La Reestructuración Cognitiva es la técnica psicológica mediante la cual el terapeuta se centra en la modificación de aquellos pensamientos o creencias desadaptativas que han sido aprendidas por la persona por otras más sanas y adaptativas, que tengan por objetivo reducir el malestar emocional provocado.

Más concretamente explicado, los pensamientos serán considerados tanto por el terapeuta como por el paciente como hipótesis, y ambos tendrán que recabar datos que autentifiquen o desmientan estas mismas (Bados y García, 2010). 

La base de la reestructuración cognitiva se sustenta en tres supuestos básicos (Bados y García, 2010): 

  1. La interpretación por parte de las personas de aquellos acontecimientos que nos suceden en nuestro día a día está directamente relacionada con la forma en cómo nos sentimos y por ende en que actuamos. No es lo mismo quedar por primera vez con una persona que nos atrae, y pensar al ver que se retrasa media hora que nos ha dejado plantados o que no le interesamos, a pensar que probablemente haya surgido algún imprevisto que haya provocado el retraso y que es mejor llamar para salir de dudas.
    La situación es la misma, y sin embargo impresiona lo diferentes que pueden ser las emociones que surgen en nosotros según si percibimos la situación de una manera o de otra. 
  2. El psicólogo es capaz, mediante sus herramientas y su experiencia, de ayudar a la persona a identificar esta clase de pensamientos dolorosos, que a veces son conscientes y otras son completamente automáticas. 
  3. Existe la posibilidad, con el trabajo y dedicación de ambos, de readaptar las cogniciones de la persona a otras más sanas. 

La gran mayoría de nosotros tenemos un esquema o estructura cognitivos. Son individuales, personales y diferentes entre cada persona. Se tratan de nuestros pensamientos y nuestra forma de interpretar. Ya sea por aprendizaje externo y transmitido, o por el aprendizaje interno que hemos realizado de circunstancias vividas. En su formación influyen además una serie de variables como: situacionales, fisiológicas, emocionales, y conductuales junto con el significado que representa todo ello para la persona (Bados y García, 2010). 

Estos esquemas cognitivos determinan la forma en la que vemos las cosas, dado que moldean aquello a lo que atendemos, prestamos más atención, recordamos y valoramos (Bennett-Levy, Westbrook et al., 2004). 

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Reestructuración cognitiva.

Además, el objetivo de la reestructuración cognitiva no es la invalidación total de las emociones. Sabemos que las emociones tienen su función y quieren decirnos algo, no obstante, dentro de un equilibrio. La reestructuración se enfoca en aquellos pensamientos que hacen que una emoción se vuelva desmedida, hasta el punto de resultar dañina para la persona (Bados y García, 2010). 

Beneficios

Por lo tanto, algunos de los beneficios que puede proporcionarnos acudir a terapia para trabajar nuestros pensamientos son (Bados y García, 2010):

  • Aprender a identificar qué tipo de cogniciones inconscientes te están haciendo daño, y están impidiendo que lleves una vida plena.
  • Comprender el impacto que éstas están teniendo en ti tanto emocional como conductualmente.
  • Readaptar la forma de ver tus pensamientos de modo que sean algo discutible y que hay que verificar, en lugar de verlos como una verdad absoluta.
  • Modificar este tipo de pensamientos y reemplazarlos por otros más adaptativos que te lleven a conseguir un cambio tanto emocional como conductual más sano.

Si crees que te mueves a través de ciertos pensamientos que te están provocando malestar y piensas que necesitas ayuda, no dudes en contactar con algún profesional.

Bibliografía

  • Bados López, A., y García Grau, E. (2010). La técnica de la reestructuración cognitiva. Universidad de Barcelona.
  • Bennett-Levy, J., Westbrook, D., Fennell, M., Cooper, M., Rof, K. y Hackmann, A. (2004). Behavioural experiments: historical and conceptual underpinnings. Oxford guide to behavioural experiments in cognitive therapy (pp. 1-20). Oxford: Oxford University Press.
mental health

Nota: Este post aparece hoy no por error. Dicen que “en casa del herrero cuchillo de palo”. No es el caso. No pude sacarlo antes porque precisamente, estaba cuidando mi propia salud mental. Estoy segura de que sabréis entenderlo ¡gracias!

Hoy, 10 de octubre, queríamos celebrar el Día Mundial de la Salud Mental, ¿y qué mejor forma de hacerlo que ofrecerte unas pautas para el autocuidado del día a día?

La celebración del Día Mundial de la Salud Mental el 10 de octubre es una iniciativa de la Federación Mundial de la Salud Mental (WFMH, en sus siglas en inglés).

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, fundada en 1948), la salud mental “es un estado de bienestar mental que permite a las personas hacer frente a los momentos de estrés de la vida, desarrollar todas sus habilidades, poder aprender trabajar adecuadamente y contribuir a la mejora de su comunidad. Es parte fundamental de la salud y el bienestar que sustenta nuestras capacidades individuales y colectivas para tomar decisiones, establecer relaciones y dar forma al mundo en el que vivimos.

La salud mental es, además, un derecho humano fundamental. Y un elemento esencial para el desarrollo personal, comunitario y socioeconómico. Es más que la mera ausencia de trastornos mentales. Se da en un proceso complejo, que cada persona experimenta de una manera diferente, con diversos grados de dificultad y angustia y resultados sociales y clínicos que pueden ser muy diferentes”.

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Autocuidado.

¿Qué cosas puedo hacer para tener en cuenta y cuidar mi salud mental?

1. Cuida tu salud física

Cuidar de tu salud física tiene un impacto muy positivo en tu mente y en tu cuerpo. Aliméntate bien, haz ejercicio físico, cuida las tensiones, contracturas o dolores que puedas sentir en tu cuerpo, realiza alguna actividad física que te guste, que te haga desconectar, y que recargue tu energía y refuerce el autocuidado.

2. Haz cosas que te gratifiquen y produzcan bienestar

Parece simple y evidente, pero en un mundo como este, donde nos gobiernan las prisas y el estrés, a veces se nos olvida dedicarnos esos momentos de paz, tranquilidad, y de autocuidado. Escucha a tu cuerpo y a ti mismo/a. Reflexiona más acerca de aquello que necesitas hacer, en lugar de aquello que crees que deberías hacer.

3. Conecta con tus seres queridos

Permítete escuchar y ser escuchado, abrazar y ser abrazado, apoyar y ser apoyado…

Permítete construir relaciones sanas, donde exista una responsabilidad afectiva que se de por ambas partes.

Acércate a esas personas que sientes que dan bienestar a tu vida, y no temas alejarte de aquellas que perturban y desequilibran esa tranquilidad.

4. Identifica y valida tus emociones

No niegues ni bloquees tus emociones. No las reprimas, no huyas de ellas… No te exijas tener que estar bien, ni tener que poder con todo día a día, y continuamente. Es agotador, e imposible.

Comprender y expresar cómo te sientes es muy importante. Todas las emociones son válidas y surgen para decirte algo.

Apóyate, acompáñate, y sé comprensivo contigo mismo/a.

Practica la asertividad. Sé amable contigo mismo/a, y con los demás. Gestionar las emociones de manera adecuada es un factor significativo del autocuidado.

5. Resalta las cosas buenas y no sólo las malas

Equilibra el peso. Normalmente le damos más importancia o prestamos más atención a las cosas negativas que a las cosas positivas que nos suceden o hacemos.

Un autocuidado eficaz comporta tener en cuenta el agradecimiento.

“Aunque no todos los días sean buenos, podemos encontrar algo bueno todos los días”.

Si crees que necesitas ayuda para cuidar de tu salud mental, no dudes en contactarnos.

Ramírez, W., Vinaccia, S., & Gustavo, R. S. (2004). El impacto de la actividad física y el deporte sobre la salud, la cognición, la socialización y el rendimiento académico: una revisión teórica. Revista de estudios sociales, (18), 67-75.

Davidson, L., & González-Ibáñez, À. (2017). La recuperación centrada en la persona y sus implicaciones en salud mental. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría37(131), 189-205.

¿Hablamos?